Subnacionales: criterios iniciales
A una semana del 7 de marzo, solo criterios iniciales, porque no concluyó el escrutinio, porque habrá segunda vuelta en varias gobernaciones y porque las elecciones subnacionales siempre tienen componentes personales y regionales que refractan la decisión política de los votantes. Aun así, dos cosas más de fondo parecen estar claras:
Primero. El MAS ha disminuido visiblemente su votación, no respecto a la elección nacional de 2020, sino respecto a los comicios subnacionales de 2015. Ese año obtuvo seis de nueve gobernaciones y este año sólo ha alcanzado dos en primera vuelta y no tiene asegurada ninguna en segunda, salvo La Paz donde la distancia con su inmediato seguidor es amplia. De acuerdo al conteo rápido en seis departamentos, salvando La Paz, Santa Cruz y Tarija, su votación mermó, en promedio, en un 14,7%. Y en las alcaldías la disminución alcanzó al 12,3% en ocho de las 10 principales ciudades.
Es aún la única fuerza política con presencia nacional y, sin duda, sin tener todavía resultados definitivos, sigue siendo la única fuerza mayoritaria en el área rural, pero repitiendo su poca preferencia ciudadana en las ciudades grandes. Los resultados serán muy distintos a los que anunció Evo Morales el mismo día de los comicios, y la explicación va más allá de las peculiaridades de los candidatos y del voto regional. El gobierno del MAS, que apenas cubre mediocremente el corto plazo, no está encontrando la vía para relanzar su “proceso de cambio”, y discursivamente sigue en la “justificación” ahistórica y falaz del “golpe de Estado” y del “gobierno de facto”.
Parece sin rumbo estratégico y, peor, reiterando en la coyuntura los tropiezos autoritarios de sus predecesores, sin atinar aun a ofrecer al país un plan integral de reactivación económica y superación de las crisis, pudiendo quedar al descubierto el agotamiento de un proceso que se embarrancó en la corrupción, el hegemonismo autoritario y el extractivismo. Y es eso, posiblemente, lo que estén sufriendo y cosechando varios de sus candidatos principales. El enorme contraste en manos de Eva Copa, en El Alto, ha multiplicado los efectos negativos de los dedazos y de las exclusiones, visibles también en Pando y Beni, y que recuerdan otras marginaciones anteriores en Chuquisaca y La Paz con Damián Condori y Felix Patzi.
Sí, es cierto, en elecciones departamentales y especialmente en las municipales es muy evidente el peso de los candidatos, pero no ver el telón de fondo de una fuerza política sin iniciativa y sin renovación, es no percibir que, en última instancia, el agotamiento de proyectos nacionales supone que sus proyectos locales de inicio se marchiten.
Segundo. Y con esa misma visión nacional debemos observar la otra vereda, la de la oposición que, contradictoriamente, detrás de las victorias regionales y municipales en las plazas principales, no deja avizorar casi nada hacia adelante. El 7 de marzo no fue posible encontrar fuerza política alguna que muestre ya no solo capacidades articuladoras nacionales, sino proyecciones de mediano plazo. La agrupación Creemos, con la victoria de Camacho en Santa Cruz, sólo ha ratificado su total encuevamiento regional sin siquiera intentar candidaturas en ningún otro lado. Comunidad Ciudadana (CC), con una bancada numerosa ha estado casi ausente en la contienda.
No es prematuro decirlo después de casi cinco meses, pero parece que CC no puede estructurar una fuerza nacional alternativa. Todavía está a tiempo, pero no hay visos de que hagan un congreso fundacional, o lo que se llame, para definir principios, visiones, organización y liderazgos colectivos que le den algún perfil partidario mínimo. Y ese perfil inexistente el 7 de marzo llevó a CC “de Herodes a Pilatos” buscando candidatos sin rumbo alguno. Carmen Eva Gonzales en Pando, Mateo Laura en La Paz, y varios cuasi anónimos prestados en el resto del país, dan cuenta de un barco sin timón ni brújula que sólo buscó “espacios” y candidaturas para eventualmente medrar en Asambleas y concejos. Gary Añez, si alcanza la alcaldía cruceña será por mérito propio y lo hubiera logrado con cualquier sigla.
Eva Copa, Manfred Reyes e Iván Arias, entre los principales variopintos, pero meritorios ganadores, requieren un análisis breve pero diferenciado:
Eva Copa representó la rebelión y la implosión alteña en el viejo MAS caudillista, sectario y excluyente. Quisieron sancionar y escarmentar a una líder joven emergente de la crisis provocada por el fraude y la fuga y se llevaron el chasco de un enorme bloque popular que abandonó a los autores del fracaso autoritario. Conscientemente o no Eva Copa representaba mejor que nadie la posibilidad de renovación masista –a la que parece haber renunciado Choquehuanca–, porque ella, sin abandonar su filiación política, percibió la necesidad de flexibilizar los radicalismos, preservar la base popular y avenirse a una transición democrática en la que el proyecto original del MAS pudiera rehacerse. Lo que no calculó es que los propietarios del “proceso de cambio” siguen chapaleando en los charcos de un proyecto envejecido prematuramente. No había cabida para ella y la echaron. Pero ella calibró bien lo que representaba y de ahí su arrolladora mayoría alteña que, desde el próximo mayo, será un cúmulo de posibilidades, pero también de interrogantes.
Reyes Villa cabalgó hábilmente en dos caballos: uno, el recuerdo finalmente positivo de una gestión muy discutible, y dos, la tragedia edilicia de una década en Cochabamba, donde se turnaron, compitiendo, ineficientes y corruptos de izquierda y de derecha. También el excapitán de ejército trae consigo más preguntas que respuestas.
Y en La Paz, Iván Arias no sólo ocupó el espacio que le dejó Waldo Albarracín, no sólo encarnó el mantenido sentimiento antimasista de la hoyada, sino que se proyectó sobre un doble vacío de Sol.bo: la no generación de nuevos liderazgos edilicios y, pese a la continuidad municipal, el abandono de un proyecto político de izquierda democrática que el MSM intentó construir a lo largo de tres lustros. Sin menospreciar al “Negro” y su victoria, detrás de él no sólo están las interrogantes edilicias de una ciudad enormemente complicada, sino su visión política, invisible hoy en una persona que en cuatro décadas transitó desde sus orígenes de izquierda, hasta Jeanine y el descalabro transitorio, pasando por la ADN y el gonismo.
Habría que hablar también de emergencias novedosas como Llallí desde el civismo potosino o de Unzueta desde el voluntarismo sanitario, por lo que, con resultados electorales definitivos, volveremos sobre el tema. Pero especialmente volveremos sobre la gran ausencia, antes del 7 de marzo y sobre todo hacia adelante: la de una renovada propuesta popular y democrática que nos saque del empantanamiento masista sin retornar al tiempo triste del neoliberalismo.
El autor es abogado y político
Columnas de JUAN DEL GRANADO