Evo: democradura y dictablanda, Arce: mediocridad y confrontación
La predicción del sociólogo Juan Linz se cumplió a cabalidad. Su punzante visión advertía, con un sentido crítico, sobre esas nuevas democracias que corrían el riesgo de desvirtuarse y caer en deterioro a la hora de probar su aplicabilidad.
“La legitimidad le da más energía a la democracia, y la eficacia del régimen contribuye a la legitimación”.
El termómetro de la democracia en Latinoamérica y, con mayor énfasis en algunos países en cuestión: Venezuela, Nicaragua, Bolivia y, en su momento, Argentina y Ecuador señalan una profunda línea roja que, desde hace mucho, alerta sobre un peligroso retroceso en la forma de ejercer las libertades plenas.
Hay un empeño en socavar la democracia relativa, para substituirla por las suyas que, sin duda, pretenden ser moldeadas a imagen y semejanza del caudillo.
Entre los regímenes no democráticos, sostiene Juan Linz, algunos están basados en el poder personal con una lealtad al gobernante que no se deriva de la tradición, la ideología, la misión personal o las cualidades carismáticas, sino de la una mezcla de miedo y de recompensas a los colaboradores. El gobernante ejerce el poder sin restricciones, a su propia discreción y, sobre todo, sin verse limitado por normas o compromisos con alguna ideología o sistema de valores. Las normas y pautas de una administración burocrática son constantemente subvertidas por las decisiones personales y arbitrarias del gobernante, que no se siente obligado a justificarlas en términos ideológicos.
En Bolivia, Evo morales es, de facto, el MAS, no sus “sectores sociales”, estos son grupos de choque, filtros sociales que están para legitimar, “masivamente”, lo ilegítimo, no para debatir ni consensuar, menos para proponer soluciones abiertas. Si esencialmente el MAS fuese como tendría que ser —en términos de partido o movimiento social inclusivo y democrático— habría alternancia de liderazgo, crítica interna, auto evaluación sin restricciones, libre albedrío, disenso, libertad de pensamiento y de conciencia.
Evo es un conductor de sus masas que proyecta la acción y las órdenes que emanan de su autoridad para ser ejecutadas sin demora, antes que la razón y el análisis.
Morales, como caudillo, ha ingresado a una de las etapas más críticas de su figura totémica. Ha perdido credibilidad, confianza, ética y moral. Entonces se hace más vulnerable su palabra y su acción. Sus 14 años de democradura, dictablanda y nada de liberalismo político, le ha servido para continuar vigente e impune.
Democradura, ese término incómodo acuñado por Boaventura de Sousa, porque durante casi dos lustros se ingresó a un proceso de control social, una suerte de compra de conciencias y voluntades de las que presagiaba con notable preocupación Octavo Paz.
El Estado como administrador total de conductas y de acciones.
Dictablanda, porque se adoptó mecanismos que apaciguaron exigencias sociales y económicas justas en circunstancias en las que también coexistieron un autoritarismo solapado y una imposición monolítica.
Casi nada de liberalismo político, considerando que es una filosofía política encaminada a garantizar la libertad del individuo y el poder que reside en el pueblo como constructor de su propio destino democrático.
¿Supone alguna diferencia para el éxito de la transición a la democracia que el régimen sea presidencial o parlamentario, unitario o federal, unicameral o bicameral?, se pregunta Linz. Y las respuestas las traduce en la experiencia histórica que sugiere que una democracia presidencial crea dificultades específicas en el proceso de redemocratización. Es más probable que el presidencialismo cree una situación de suma cero que el parlamentarismo, al dar considerable poder a un líder individual durante un período fijo de tiempo.
En Bolivia, el sistema presidencial tuvo y tiene condenas varias, desde la concentración de poder en manos del mandamás, hasta la creación de brazos políticos que ejecutaron y ejecutan trabajos por encargo.
La administración de Arce Catacora es la herencia y continuidad de un gobierno evomasista fallido. Una coyuntura solapada que se ha convertido en el purificador político del Jefazo. Teniendo a Arce como presidente títere, Evo asegura su integridad, su vigencia, su libertad, su ambición y su enfermizo deseo de poder.
Desde hace mucho, el presidente Catacora ha ingresado en una etapa de inercia y mediocridad. Su retórica es repetitiva y vacía, violenta y fundamentalmente subversiva.
El pasado 6 de agosto, su discurso a Bolivia fue claro y amenazador. En realidad no fue un mensaje por los 196 años de la patria, fue una advertencia a los que él, Evo y los del Movimiento al Socialismo consideran sus enemigos.
Que alguien le diga a Catacora que ya no está en campaña electoral. Que alguien le haga caer en la cuenta de que ganó las elecciones con más del 52 % y que ahora es presidente de Bolivia y debe gobernar para todos por igual.
El mayor agravio que se dio el 6 de agosto no fue la bochornosa pelea entre oficialismo y oposición, los insultos y gritos, sino su total falta de respeto y tino hacia los bolivianos y al país, al incendiar esa fecha patria con amenazas, advertencias, odio y venganza.
La expresidenta, Jeanine Áñez, seguirá siendo la mejor coartada para pretender archivar los 14 años oscuros y corruptos de Evo. Áñez, se ha convertido en el trofeo de guerra y en el ‘castigo ejemplificador’ del MAS hacia quienes osaran señalarlos o cuestionarlos.
Con todo el aparato estatal a su favor, Evo y su sucursal política concentrada en el eco que Arce Catacora produce con sumisión continúan asegurando su poder y sus acciones de facto.
Alicaídos y ofendidos. la decisión del tribunal de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de no reconocer como derecho humano la reelección presidencial indefinida les cayó como un balde azul de agua fría y abre el camino a un posible juicio a Morales, según juristas.
“La reelección presidencial indefinida no constituye un derecho autónomo protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos ni por el corpus iuris del derecho internacional de los derechos humanos”, dice el documento oficial.
¡Crimen y castigo!
De Evo solo queda lo que siempre fue: soberbio, resentido, vengativo y tirano. La chompa roja a rayas jamás le calzó. Rápidamente la cambió por trajecitos de corte fino y elegante. Así como cambió, a su capricho, su discurso, su look, su vida, la Constitución y sus ñatitas. Ahora hay un poderoso motivo para cambiar el sol, las fechorías y la buena vida por la sombra. Ver cómo el ocaso se aproxima con una chompa monocromática y a rayas.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.