Credibilidad hecha hilachas y un futuro de humo
Si las elecciones fueran hoy, ¿pregunta una encuestadora? Un collage de rostros de la farándula, la política y el activismo atisban la escena política. Lo peor es que, después de ver en quién confía la gente, podríamos pensar que de verdad algún chance tienen.
El gobierno central goza de un 25% de credibilidad institucional, entre las opciones alta y muy alta, al igual que la Conferencia Episcopal, según un estudio de la fundación Friedrich Ebert Stiftung. La Asamblea, un poquito más creíble, con un 30% y, después, todas las demás ruedan por los suelos. Fuerzas Armadas (2%), medios de comunicación (10%), Comités Cívicos (2%) y Policía nacional (6%).
Pero no debemos sentirnos avergonzados: en la región, las cosas van por el mismo camino. En Ecuador, por ejemplo, la confianza está depositada en la empresa privada, primero, luego en los empresarios, la Iglesia y las Fuerzas Armadas, según un último estudio de Ipsos. La Asamblea y los políticos y el sistema judicial no llegan al 14% . Los medios de comunicación alcanzan un poquito más del 30% de confianza.
Si nadie cree en nada, las instituciones caen descabezadas de rodillas frente a la confianza pública y los partidos políticos están desinflados de representación, la cultura de democracia es una quimera.
Sin credibilidad, la institucionalidad es una fantasma, pero la vida sigue y los problemas se suman. Y las personas se organizan como pueden con convenios sociales que van apareciendo a necesidad.
Sólo un pequeño ejemplo. Esos muñecos ahorcados de los techos de las casas en El Alto y poblaciones cercanas, que llevan un cartel de “ladrón atrapado, ladrón colgado”, no son “inventos” nuestros. En algunos poblados de la serranía ecuatoriana, la imagen se repite con rimas distintas. Allí tampoco parece llegar el largo brazo de la Ley. La policía aunque presente no es digna de confianza y ante la comisión de un delito no se acude a ella.
Si las instituciones nos dejan de representar el abismo está todavía más cerca. Y es alarmante porque el camino alterno se pinta autoritario y desprovisto de derechos.
Para muestra un botón. La generación Z ecuatoriana ha depositado, según el estudio, su confianza en los militares. La gente, en general, cree que quien va a hacer algo por ellos es la propia sociedad civil, organizada o no.
Los problemas no serán resueltos por el gobierno ni sus instituciones. Los candidatos no requieren tener un partido político detrás, que haya trabajado en sus capacidades de representación. La democracia se hace a diario con soluciones precarias y acuerdos mínimos de cortísimo plazo, como una colcha hecha de retazos.
La democracia así no puede cubrirnos a todos, no puede darnos sentido de nación dentro del reconocimiento de varias nacionalidades y las grietas de la polarización nos dividen aún más. Y esa manta se hace hilachas con nuestro sentido de nación, de unidad y el sistema democrático.
Columnas de MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ B.