El tiempo
Las agujas del reloj son irrefrenablemente caprichosas, siempre van para adelante, nunca para atrás, salvo que a un relojero loco se le ocurriese hacerlas girar al revés y es que el tiempo es terco, hace lo que quiere, nos domina al compás del tic, tac, tic, tac, tic, tac de los relojes de las películas de Hitchcock. El tiempo… una vez que se va no vuelve más.
El tiempo no es uniforme y regular como parece, a veces es tan breve que dura muy poco, a unos no les permite siquiera nacer, en otras ocasiones es más o menos benevolente y obsequia un tiempo de vida aceptable, pero en otras ocasiones es tan cruel que el tiempo se prolonga por una centena o más años convirtiendo a la vida en un retazo de carne seca. Desde luego que para un físico todo esto es un disparate, pero así de caprichoso es el tiempo.
Hay un proverbio árabe que dice: “¿cuándo será el fin del mundo?, el día en el que yo muera”.
Esto es cierto y es mentira, es cierto porque si yo muero ya no veré más nada, tampoco oiré nada, ya no amaré ni odiaré a nadie, se habrá paralizado el mundo, ya no existirá la vida, pero todo esto es mentira, porque fuera de mi osamenta o de mis cenizas el mundo seguirá dando vueltas, la gente seguirá queriéndose, odiándose, seguirá teniendo ambiciones banas, seguirá mordiéndose por una moneda o por billones.
El tiempo es así, no es como la escalera de Borges, uniforme y eterna, ni siquiera es pendular, es algo peor, es inconstante y siendo así la gente enloquece por el poder. Al noble asno se lo llama burro porque es tonto, por llevar carga en su lomo sin chistar, pero le lleva una inmensa ventaja al hombre, no hace política, es sabio, tal vez, por eso, dijo Platón que el hombre es un animal político, pero nuestra cruz es llevar la política, no podemos desistir de ella.
Se cuenta que en un lugar caluroso, en pleno medio día, cuando el sol devora hasta el alma, se encontraba un cerdo revolcándose placenteramente en un charco bajo la sombra de un árbol, momento en el que un burro pasaba dificultosamente llevando una carga de leña y burlonamente el cerdo le dijo: tú sí que eres un burro, porque mientras que yo disfruto de tanta frescura, vos pasas sufriendo llevando carga tan pesada, a lo que el asno le contestó: ¡si supieras para que llevo esta carga!: con esta leña el horno te estará esperando llameante para convertirte en asado. Lo bueno para el cerdo es que ya no oirá más a los políticos ni a los jueces.
¿No es verdad que el tiempo es caprichoso? A quién le dará más vida, al cerdo o al asno. El tiempo lo sentenciará. Entonces mejor es no reírse de nadie o tal vez sea mejor reírse de todos y de todo porque en cualquier momento el tiempo se va. Y yo me pregunto, ¿cuándo será el fin del mundo?…
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA