¿Los buenitos están peleados con la aritmética?
La inapelable victoria de Bukele en El Salvador ha logrado que la defensa de los grandes principios democráticos se ponga de moda en Bolivia, sobre todo en algunos sectores que se pretenden modernos y progresistas. Así, no pocas almas buenas nos dicen que los métodos del presidente salvadoreño son inaceptables, por brutales y expeditivos.
Imagino que es pura coincidencia que repitan, casi al pie de la letra, los argumentos de medios como El País o el New York Times, órganos de propaganda del pensamiento correcto y, extrañamente, resueltos defensores de los regímenes de La Habana y Caracas.
Por mi parte, creo que muchas de las críticas a Bukele tienen que ver sobre todo con cierta incapacidad para comprender y analizar datos estadísticos elementales. Y eso es culpa del sistema educativo, aunque es posible que también juegue un rol la creencia, ingenua, de que es posible cambiar el mundo con bonitos sentimientos y buenas intenciones.
Bolivia tiene, a mi juicio, un serio problema con el crimen, resultado de un sistema judicial corrupto y de una cultura que busca todo tipo de excusas a los delincuentes. Esto explica que tengamos una tasa de homicidios que, en los últimos años, ha oscilado entre 3 y 4 muertes intencionales por 100’000 habitantes. Considerando la población de Bolivia, hablamos de entre 300 y 400 asesinatos por año.
Ahora bien, El Salvador tuvo, en 2015, una tasa de 107 homicidios por 100’000 habitantes. Esto es 20 veces más que Bolivia y hasta 100 veces más que cualquier país europeo, de esos que no paran de darnos lecciones.
Entonces, me pregunto, ¿qué pensarían nuestros intransigentes buenitos si cada año los delincuentes liquidaran a 10’000 compatriotas? ¿Se preocuparían mucho por su bienestar y confort?
No sugiero para nada que imitemos los métodos salvadoreños. Sólo digo que siempre vale la pena referirse a los datos antes de emitir juicios definitivos en base a principios y emociones. Finalmente, quizás convendría aceptar que los delincuentes no merecen mucha consideración.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ