El país se aleja de Arce
No son buenos tiempos para el presidente Arce. Todas las encuestas, las que se hacen públicas y las que se divulgan en círculos más pequeños, muestran una caída muy significativa en su aprobación y en la intención de voto.
La crisis económica, cuyos primeros síntomas experimenta el país desde hace casi un año, sumada a la disputa interna en el MAS, han golpeado al presidente en su perfil técnico y complicado sus perspectivas políticas.
Hasta hace poco, el mayor capital de Arce era el manejo de la economía en los años de bonanza del gobierno de Evo Morales. Eterno aspirante a figurar en el ranking de los mejores ministros de Hacienda de la región, el actual presidente gozaba de prestigio entre sus colegas y estaba en la primera línea de colaboradores de Morales. En esa época nadie, mucho menos sus compañeros de partido, decían que era un simple "cajero" y de traidor ni hablar.
Bolivia era una referencia de estabilidad, crecimiento y algo de bienestar, sobre todo comparada con Venezuela y Argentina, dos países gobernados por presidentes afines a Morales, y con graves problemas económicos y sociales.
Entonces, a diferencia de hoy, Arce presumía los saludables indicadores: crecimiento sostenido de 4% en promedio, reservas internacionales récord, exportaciones en permanente aumento, baja inflación y déficit bajo control. Todo eso en un país asentado sobre un "mar de gas".
Pero la política es muy dinámica, las lealtades entre políticos efímeras y las vueltas que da la economía, imprevisibles. Arce ya no es más el preferido y heredero de Evo, ni el artífice de ningún milagro económico, y Bolivia dejó de estar blindada contra los proyectiles inesperados de las tendencias globales y de los errores internos. Ah, y además el país quedó más mediterráneo que nunca, tanto hacia el océano como hacia las profundidades de un "mar" que no era de gas.
Por otro lado, los estudios confirman que el voto duro del MAS está partido en dos. Unos se van con Arce, otros con Evo, y lo más llamativo es que los que votarían por Arce no lo harían nunca por Evo y los que se inclinarían por Morales no lo harían por Arce. En suma, la división alcanza a las bases y eso determina prácticamente la existencia de dos partidos.
La caída en la aprobación del presidente y en su intención de voto muestran que el boliviano común, después de casi veinte años, ha comenzado a vivir en un país diferente al del que alguna vez reflejó en parte el proyecto masista y que esa transición, aún sin destino claro, define el momento y es el punto de partida de cualquier reflexión y/o propuesta. Bolivia se aleja de Arce y quizá también del puerto del MAS.
Sólo resta navegar.
El autor es analista y periodista
Columnas de HERNÁN TERRAZAS E.