La culpa es de España
La nueva presidente de México ha decidido comenzar su gestión tal y como lo hizo su antecesor: creando un falso conflicto con España al pedirle al Rey que se disculpe por la conquista. Varios historiadores, tanto mexicanos como españoles, han comenzado ya a aclarar algunas cuestiones. Entre otras, que México no existió sino hasta 1825 y que los dueños de Tenochtitlan fueron derrotados por una coalición de unos pocos españoles liderizados por Hernán Cortés, y un ejército de miles de indígenas de los pueblos que hasta entonces eran sometidos y sojuzgados con crueldad por los aztecas.
Esos vastos territorios fueron posteriormente incorporados al imperio español en un virreinato, llamado de la Nueva España. No eran una colonia separada de la metrópoli, eran parte de España. Y sus habitantes eran gobernados por las mismas leyes que el resto de los españoles. Por algo lo primero que hizo Cortés en lo que hoy es México fue fundar un hospital para indígenas que todavía está en pie. Se llamó inicialmente el Hospital de la Pura y Limpia Concepción, y ahora funciona todavía como Hospital de Jesús.
Lo cierto es que todo el proceso de expansión de España y la creación de su imperio ha sido predominantemente relatado por sus adversarios y rivales de Inglaterra y Francia tendiendo a magnificar y exagerar los excesos españoles —que sin duda los hubo— para esconder o disimular los de sus propios imperios, mucho más violentos y crueles. El mestizaje fue recomendado por la propia Isabel de Castilla, mientras que los ingleses, franceses y portugueses exterminaban a pueblos enteros en América, África y Oceanía.
Un tema muy interesante al respecto es el del conflicto religioso. Mientras en Francia, Alemania, Inglaterra y otros países europeos causó centenares de miles e incluso millones de muertos, en España se recurrió a tribunales que juzgaban caso por caso. A pesar de haber sido satanizados por sus métodos, la Santa Inquisición debería ser considerada como un antecedente del “estado de derecho”. Trataremos esta hipótesis en otro artículo.
Al comenzar ese periodo los reyes de España estaban en guerra contra los musulmanes, que ocupaban parte de la península ibérica, y luego prohibieron la práctica del judaísmo, empujando al exilio a miles de judíos. Poco después expandieron sus dominios en América a través de virreinatos que gobernaban sobre millones de indígenas desde Norteamérica hasta la Patagonia. Además, en esos tres siglos y medio, se enfrentaron en varias guerras con otros reinos europeos. En todo este proceso, las cuestiones éticas fueron determinantes.
Cuando llegaron denuncias fuertes sobre excesos de parte de los primeros conquistadores, los reyes suspendieron nuevas operaciones de exploración y expansión mientras se investigaban esas denuncias, y se dilucidara si tenían derecho a conquistar esas tierras o bajo qué condiciones debían hacerlo. Para ello reunieron teólogos, juristas y filósofos que entre otras cosas determinaron que los habitantes de América eran seres humanos, que no podían ser considerados herejes porque no habían rechazado la fe, pues simplemente no la conocían, y por tanto que se justificaba la expansión del imperio siempre que tuviera una misión evangelizadora y civilizatoria, y se respetaran en la medida de lo posible a las sociedades existentes. De allí nacieron las Leyes de Indias y se creó el Consejo de Indias encargado de supervisar su cumplimiento.
Ninguna otra potencia actuó de esa manera, es decir, integrando más que dominando, expandiendo sus normas más que expoliando a los dominados.
Las leyes no siempre se cumplieron y se cometieron muchos abusos. No se trata de ignorarlos ni esconderlos, pero sí es necesario considerarlos en el contexto en que tuvieron lugar y, sobre todo, en comparación con lo que hicieron los demás.
Los relatos predominantes no tienen esta comprensión. Inicialmente, porque la versión negativa que exageró los hechos fue impulsada por franceses e ingleses, como se dijo antes, y en los últimos dos siglos por los historiadores republicanos, que tuvieron que justificar la independencia acrecentando los vicios y maldades de los enemigos, de la misma manera en que lo tratan de hacer López Obrador y Sheimbaum en México.
Pero han pasado 200 años. La herencia española sigue influyendo con fuerza a través del lenguaje, la arquitectura y la economía, y las promesas republicanas siguen pendientes, sobre todo para la población indígena, que perdió derechos comunitarios sin ganar libertades individuales.
En vez de seguir mirando el pasado, arreglemos de una vez el presente.
Columnas de ROBERTO LASERNA