
BITÁCORA DEL BÚHO
“Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete que, alto en el alba de una plaza desierta, rige un corcel de bronce por el tiempo, ni los otros que miran desde el mármol, ni los que prodigaron su bélica ceniza por los campos de América o dejaron un verso o una hazaña o la memoria de una vida cabal en el justo ejercicio de los días. Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos”. Dice Jorge Luis Borges, en “Oda escrita en 1966”.
Y cuando despertó, el dinosaurio estaba allí. Había sufrido una metamorfosis y se había convertido en un monstruoso y enorme dictador (insecto).
Empalmo, groseramente, la idea original de dos frases que contienen un significado atroz y condenatorio.
“Quizás algún hombre necesitó toda una vida para reunir varios de sus pensamientos, mientras contemplaba el mundo y su existencia y, entonces, me presenté yo y en dos minutos, ¡Zas! Todo liquidado”. (Fahrenheit 451)
¡Así mismo! De facto y sin contemplación. Fahrenheit 451 ya no es una novela distópica, la realidad superó a la ficción. Una realidad que se mueve entre la podredumbre de los gobiernos y la aceptación de sus ciudadanos, en medio está la terrible pérdida de la memoria, o la pasividad con la que se acepta la siguiente tragedia.
Quizás, el antecedente más claro de dominio indígena en Bolivia fue el que ejerció el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en su tiempo histórico político y social más trascendental. Esa fue una coyuntura clara de poder dual que tuvo sus frutos pero que, con el devenir, deterioró el tejido social y político del país.
Salvando las distancias de fondo, las similitudes políticas, sociales y económicas entre Argentina y Bolivia son, cuando menos, de forma. Nos une, casi como por un pase oscuro de desgracia, pasajes de un camino histórico accidentado: reivindicaciones sociales constantes, crisis económicas agudas en diferentes escenarios y, para matizar el mosaico, idéntica pillería, escándalos y estafas de gobiernos dictatoriales y populistas que solo el más allá y la cárcel se encargaron y se encargarán de escrutarlos y condenarlos.
¿Qué nos hace ser bolivianos? ¿Qué nos diferencia? ¿Qué se ha perdido y qué se ha logrado? ¿La ‘pluralidad’ durante 16 años de masismo, es realmente plural, colectiva, equitativa, justa y democrática?
Acaso, lo más honesto sería decir que Bolivia tiene múltiples identidades.
Los caudillos populistas no son elegidos a través de procesos tradicionales de partido, sino que surgen de la ruptura de las reglas comunes, de la crisis, del oportunismo.
A los movimientos populares, sostiene el pensador Michel Foucault, siempre se les ha presentado como producidos por el hambre, los impuestos, el desempleo; nunca como una lucha por el poder, como si las masas pudieran soñar con comer bien, pero no con ejercer el poder.
La predicción del sociólogo Juan Linz se cumplió a cabalidad. Su punzante visión advertía, con un sentido crítico, sobre esas nuevas democracias que corrían el riesgo de desvirtuarse y caer en deterioro, sobre todo, en su esencia, a la hora de probar su aplicabilidad. “La legitimidad le da más energía a la democracia, y la eficacia del régimen contribuye a la legitimación”.
Et tu, Brute? “¿También tú, Bruto?” Esta es la frase que, según las malas lenguas, habría pronunciado Julio César en el momento de ser ejecutado.
Aunque históricamente no existe certeza de que la dijera el militar y político romano, lo cierto es que se la ha interpretado como un símbolo de traición.
Et tu, Brute? “¿También tú, Bruto?” Esta es la frase que, según las malas lenguas, habría pronunciado Julio César en el momento de ser ejecutado.
Aunque históricamente no existe certeza de que la dijera el militar y político romano, lo cierto es que se la ha interpretado como un símbolo de traición.