DEBAJO DEL ALQUITRÁN
Casi al día siguiente de las elecciones del 20-10, con signos evidentes de un grosero fraude, el centro de la política se trasladó a las calles. Frente a ese protagonismo, fueron desplazados los espacios y mecanismos formales de la política.
De acuerdo con los datos oficiales del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), el candidato ilegal e ilegítimo para participar de estas elecciones generales, dado el carácter vinculante de los resultados del 21F, es ganador en primera vuelta al haber obtenido una diferencia mayor a los 10 puntos porcentuales en relación al segundo.
A casi una semana de los comicios del 20-10 –salvo contingencias de último momento que en política no se pueden descartar, como aquella de las elecciones de junio de 2002, cuando el embajador Rocha de EEUU en las vísperas pateó el tablero electoral–, las “cartas están echadas”.
Tomando en cuenta la cronología de los datos y cifras que las empresas encuestadoras más serias nos proporcionan sobre la preferencia electoral, se perfila un claro ganador. Empero, solo con mayoría relativa.
El proyecto hegemónico del Movimiento al Socialismo (MAS) tiene inicio en el resultado de las elecciones de 2005. Si bien irrumpen, de manera inesperada –ya en las elecciones de 2002, en el inicio del fin del ciclo neoliberal y la democracia pactada– en los comicios de diciembre de 2005 registran una histórica e inédita votación logrando la mayoría absoluta para gobernar al margen de cualquier pacto.
Como habíamos enfatizado en columnas anteriores, las elecciones del 20 de octubre tienen particulares características con tendencias plebiscitarias. No son elecciones típicas, en las que compiten tradicionalmente candidatos, programas de gobierno, estrategias comunicacionales y estructuras partidarias.
Reproducirse en el poder, de cualquier forma y a cualquier costa, aun cuando de la forma más perversa, es la consigna de la voraz elite cleptocrática masista, de esa casta privilegiada de nuevos ricos azules, que ha propiciado el tan mentado “proceso de cambio”.
Las elecciones del 20 de octubre tienen un peculiar antecedente: están bajo la sombra de los resultados del 21F y sus ondas expansivas. Y eso, más allá de las ocho fuerzas políticas de oposición que pretenden competir, sus líderes, discursos, programas y sus listas de candidatos a los 166 curules de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
La dinámica electoral, más allá de los enormes esfuerzos del oficialismo por mostrar competencia –característica esencial en la elección de los gobernantes en democracia– entre su partido y las otras ocho fuerzas políticas, nos estaría conduciendo, más bien, por contradictorio que parezca, a un proceso electoral con características de plebiscito.