El impacto del cáncer en la familia
Dicen que uno recuerda a detalle el momento en el que se entera que alguien de su familia tiene cáncer. Recuerda qué hacía en ese momento, cuántos años tenía y cómo cambió su vida. No sólo se trata de vivir un posible duelo, sino de todo el sufrimiento que conlleva para el ser querido y para uno mismo.
En el mes del cáncer de mama, OH! consultó con la psicoterapeuta y académica Cristina Rubín de Celis y la psicóloga y conferencista Sijam Ismael sobre el impacto del cáncer en los miembros de la familia. Así también, algunas personas comparten qué sintieron y cómo sobrellevaron el acompañar a un ser querido durante el proceso.
El RESTO DE LA FAMILIA FRENTE A LA ENFERMEDAD
“La familia más cercana de la persona que tiene cáncer sufre mucho más que el propio enfermo. Los niveles de estrés, depresión y ansiedad son superiores, afectando el descanso (sueño), alimentación y concentración”, explica Rubín de Celis y añade que, a nivel social, tienden a aislarse o a buscar apoyo. Además, tienden a buscar culpables.
Ismael señala que la persona con cáncer pasa a ser el foco de atención y dedicación de la familia. Al ser la prioridad, surge una gran cantidad de demandas y cambios en la estructura familiar que van desde las interacciones, roles, límites, reglas, niveles de poder, autonomía de sus miembros y planes a futuro.
“La familia más cercana del enfermo sufrirá un shock ante la noticia de la enfermedad, con él, una serie de emociones y sentimientos”, dice Rubín de Celis. Explica que enfrentarán el impacto de la noticia de la enfermedad con negación, miedo, impotencia, enojo, angustia y tristeza ante un posible duelo. Todos esos sentimientos y emociones, además de la incertidumbre ante el avance de la enfermedad, dependerán del vínculo relacional y afectivo con el familiar y la edad.
“El mundo se me vino encima al saber la noticia, ya que para mí la palabra cáncer es sinónimo de muerte”, dice Mariela (nombre ficticio), quien primero perdió a su madre tras una larga batalla contra el cáncer de mama. Años después, tuvo que dejar partir a su esposo a causa de cáncer de piel.
Mariela tenía 10 años cuando se enteró del cáncer de su madre. “A esa edad, no te das cuenta del significado de la palabra cáncer. A medida que fueron pasando los años, empecé a darme cuenta que la enfermedad de mi mami era mortal”, cuenta y recuerda cómo le costó aceptar esa situación y resignarse a dejarla ir.
Más adelante, en otra etapa de su vida, quedó viuda muy joven y con una pequeña de un año y meses. Mariela relata que en ambos casos sintió mucha impotencia, ya que uno como familiar siente no poder ayudarlos. Explica que por más que uno dé ánimos constantes para que sigan adelante, tratar de ser fuerte para ellos y orar mucho con ellos para que no pierdan la fe, es normal que uno por dentro sepa que será muy difícil e incluso esa lucha puede ser imposible de vencer esa lucha, como fue en su caso.
Ismael añade que la reacción familiar depende de muchos factores como el momento que se da el diagnóstico, la etapa de la enfermedad, el tratamiento y pronóstico y la situación económica.
“Existe tensión y todos pasan por un proceso diferente de asimilación de la situación. Algunos ocultan su sufrimiento, otros no saben qué hacer o que actitud tomar”, apunta la experta. Añade también que se da lugar a un temor, al sufrimiento. “La vida se presenta en su lado más frágil y vulnerable. Cambia la percepción del sentido de la vida”, agrega.
“Es muy difícil entender por qué pasan estas cosas. La vida nos da estas sorpresas a veces así de duras”, asegura Mariela.
Ante estas crisis, Rubín de Celis recomienda centrar o enfocar los pensamientos de manera optimista, dándose ánimos, sin dramatizar delante del familiar con cáncer, todo ello con el fin de alentar su recuperación y fortalecer sus defensas. Otro aspecto importante que apunta es que el enfermo no se dé cuenta de la reorganización de horarios de los miembros familiares.
Asimismo, la psicoterapeuta sugiere que toda esta organización de horarios y tareas debe ser respetada para que los demás miembros de la familia puedan salir por un tiempo a “despejar” la mente y emociones. “De lo contrario, el acumular el encierro de emociones de angustia o desesperación, producirá niveles de mal humor, llantos o depresión que repercutirán en el paciente”, señala.
“Recuerdo que mi mamá me dijo que si bien iba a ser un tiempo difícil con cambios, que no dejara mis responsabilidades”, cuenta Andrea sobre el momento en el que su familia asumió el cáncer de su hermano, quien tenía un tumor del tamaño de un pomelo en la garganta. En ese entonces, ella tenía 16 y él 10.
Recuerda que en su familia hacían turnos poniéndose un suero vitamínico para que a su hermano puedan hacerle la quimioterapia. Le decían que a ellos también le ponían lo mismo que a él. Sus tíos y primos se raparon el cabello. “Creo que al principio estaba en negación, no podía creerlo. Pero, a medida que pasa el tiempo y vas viendo las consecuencias y los cambios a causa del tratamiento, es cuando más te pega. Caes más en cuenta de lo que está pasando y tomas más conciencia de lo que puede llegar a pasar”, asegura.
ENFRENTAR LA SITUACIÓN
Rubín de Celis aconseja a la familia mantener la calma, el optimismo y la esperanza de que su ser querido sanará. No demostrar al ser querido preocupación ni angustia, aprender a manejar emociones y comunicarse de manera afectiva y efectiva.
“Entre los miembros, establecer un núcleo familiar de unión, contención y protección”, subraya la especialista y resalta que, en muchas familias, el aferrarse a la fe, los mantiene más unidos y alivia sus angustias”.
Andrea cuenta que, si bien el amor y apoyo de la familia ayudó bastante, uno de los aspectos trascendentales es la fe. “Sé que todo lo que le pasa a mí a mi familia, sea bueno o sea malo, es porque Dios nos lo manda, ya sea para aprender algo o para ser aún más agradecido. Doy gracias todos los días por lo bueno, lo malo, lo grande o lo pequeño”, afirma.
Ismael manifiesta que luego de asimilar la situación, la familia —como un todo— busca la estabilidad y equilibrio para seguir adelante y retomar el control de sus vidas. “Es útil reevaluar las prioridades y trabajar juntos para establecer objetivos nuevos”, subraya y enfatiza que es necesario hacerlo porque la vida continúa a pesar de las circunstancias. “Nadie puede ayudar a alguien si no está bien. No se puede parar la vida a pesar del dolor”, recalca la especialista.
A medida que pase el tiempo en el tratamiento, Rubín de Celis recomienda a los miembros de la familia retomar la vida que llevaban para sentirse productivos, fortalecidos en sus capacidades y no en sus preocupaciones.
SOBRE EL APOYO DE LA FAMILIA Y LECCIONES APRENDIDAS
“Aprendí a disfrutar el ahora con los que amas”, dice Sandra, quien perdió a su madre tras una batalla contra el cáncer de mama. Comparte también que toda la experiencia le enseñó a valorar más la vida, vivir el presente y ser agradecida. Sandra ha formado su propio hogar, está casada y tiene tres hijos.
“La familia que pasa por este proceso, así como cada uno de los miembros, ya no son los mismos que antes”, afirma Ismael y añade que el dolor y sufrimiento cambian a cada uno de los miembros de la familia. “Cada persona crece, cambia, se fortalece, replantea sus objetivos y encuentra un nuevo sentido a la vida”, especifica.
La psicóloga asevera que la familia se une para apoyar a la persona y apoyarse entre sí y alcanza un nuevo equilibrio para poder lidiar con el proceso, paso a paso y día a día. “El desgaste físico y emocional, cuando es compartido, es menor”, agrega.
Mariela resalta que acompañar en el proceso a su madre y luego a su esposo le enseñó a ser más fuerte. “La vida continúa. Los hijos también te dan la fuerza que necesitas para seguir adelante”, agrega.
La experta explica que muchas veces la situación afecta más a un miembro que a otro y necesita más apoyo. La familia en sí misma, como sistema, puede acudir a ayuda profesional para reajustarse y adaptarse a su nueva realidad.
Por su parte, Rubín de Celis expone que un aspecto positivo es el aprendizaje de la enfermedad, la prevención y cuidados. Tal es así, que Mariela comparte esta afirmación, cuenta que está más pendiente de realizarse constantes chequeos para no tener sorpresas. “Siempre vives con ese miedo de que cualquier rato puedas ser tú o algún ser querido que esté con este mal. Son experiencias que te marcan, por eso siempre para adelante”, añade.
Rubín de Celis destaca que existe un cambio de vida y una nueva oportunidad de vivirla. “Tomar con responsabilidad las acciones de vivir bien y para el bien”, acentúa.
Andrea cuenta que, tras el cáncer que venció su hermano, se volvió muy sobreprotectora y cambió su percepción sobre el aspecto físico, así como a no dejarse llevar por juicio de valor sobre ello. “Me creó una conciencia de ser mejor persona, de ser más tolerante, tener paciencia y aceptar a cada uno como es”, agrega y dice que se volvió una persona más positiva y optimista.
Éstas son algunas de las lecciones y huellas positivas que puede dejar una de las enfermedades más temidas.
