El drama de los presidentes peruanos en el siglo XXI
Este milenio el solio presidencial peruano parece haber sido objeto de una maldición. Casi todos los políticos que se colocaron la banda presidencial terminaron presos, fugaron y, por lo menos, salpicados por el lodo de la corrupción. El país observa, además, un ya crónico divorcio entre el Congreso y el Poder Ejecutivo. La crisis ha llegado a marcar una cifra récord en la historia peruana: seis presidentes en cuatro años. También ha derivado en nuevos actores históricos como el primer presidente de orígenes provinciales y de profesión docente o la primera presidenta mujer del país. Pero lo novedoso fue prontamente opacado por lo crítico. Los hechos han llevado en la más reciente convulsión la sangre al río.
Como una “maldición”
La serie de la “maldición presidencial” se inició con la última presidencia de Alberto Fujimori Fujimori. Se hizo con el poder en 1990 tras derrotar sorpresivamente al escritor Mario Vargas Llosa en la segunda vuelta. Ingeniero agrónomo de profesión y de ascendencia japonesa, Fujimori fue un auténtico outsider, pues no contaba con un historial político. Fue apoyado ante el fracaso de la clase política de los partidos tradicionales de ese entonces que fracasaban frente a la crisis económica y la creciente vigencia de dos grupos guerrilleros: el Movimiento Revolucionario Tupaj Amaru (MRTA) y Sendero Luminoso.
En abril de 1992, dio un autogolpe de Estado y disolvió el Congreso de la República. Al año siguiente instauró la Constitución Política de 1993 —que le permitió reelegirse en dos ocasiones—, y que rige al Perú hasta la actualidad. La estabilización económica y la derrota de los grupos guerrilleros fueron capitalizados para reprimir con dureza a sus opositores. Pero, además, sumó decenas de víctimas inocentes y no pocos escándalos de corrupción que desgastaron paulatinamente su imagen.
En noviembre de 2000, apenas al cuarto mes de su tercer mandato, renunció vía fax desde Japón ante las evidencias de corrupción y violación de derechos humanos. En septiembre de 2007, Fujimori fue extraditado de Chile a Perú. Desde entonces purga condena por homicidio calificado, usurpación de funciones, malversación de fondos, peculado doloso, espionaje telefónico, compra de los medios de comunicación, entre otros. Su poder político le ha permitido mantener una influyente bancada en el Congreso así como tener de delfín a su hija Keiko, quien en dos elecciones estuvo cerca de llegar a la Presidencia. Sin embargo, ese poder no bastó para que Fujimori, cada vez más enfermo y avejentado, deje la prisión.
Se abre la cárcel
Tras la caída de Fujimori, Valentín Paniagua asumió las riendas del país en noviembre de 2000. Fue el primer mandatario peruano por sucesión constitucional en este siglo. En sus ocho meses de mandato renovó el Poder Judicial, liberó a presos políticos y lideró el nuevo proceso electoral. No tuvo acusaciones en su contra. Fue la transición que permitió la llegada al poder de Alejandro Toledo Manrique, economista de raíces indígenas que había rivalizado con Fujimori en la última elección. Pero Toledo, pese a una destacada gestión económica, no pudo eludir el sino que ha marcado a los mandatarios peruanos del siglo XXI.
Asumió la Presidencia entre 2001 y 2006. Despertó esperanza en la población, debido a que su elección se dio en un marco democrático tras una década de autoritarismo. Su historia de superación lo ayudaba: era de origen humilde y realizó estudios de maestría en universidades de los Estados Unidos. Pero se vio manchado por el caso Odebrecht. Se le acusó de haber recibido 20 millones de dólares en sobornos. En febrero de 2017, se ordenó su captura y 18 meses de prisión preventiva. Sin embargo, Toledo burló a las autoridades peruanas y estuvo prófugo de la justicia durante dos años y cinco meses hasta que fue detenido en California. Hoy se encuentra en libertad bajo fianza en los Estados Unidos. Sin embargo, su proceso de extradición está en curso.
Un suicidio
Quien fuera caudillo de uno de los partidos tradicionales del Perú, Alan García Pérez, logró el milagro de volver al poder, pese a una primera presidencia catastrófica, entre 1985 y 1990, precisamente antes de la llegada de Fujimori al poder. García Pérez gobernó entonces entre 2006 y 2011. Su segundo mandato resultó menos catastrófico que el primero, pese a trágicos conflictos sociales. No obstante, Alan García, como otros jefes de Estado en la región, se vio involucrado con el caso Lava Jato. En abril de 2019, el proceso en su contra lo ponía a un paso de la prisión preventiva. Horas antes de la orden del fiscal, García se disparó en la sien y falleció sin ser juzgado.
El sucesor de García Pérez fue el exmilitar Ollanta Humala Tasso, quien traía el discurso socialista de tinte bolivariano, pero viró una vez que se instaló en el poder. Resultó cuando concluyó su mandato hace ya casi siete años, el último presidente peruano que cumplió su gestión. Eso sí, no eludió el escándalo ni la presión judicial. Durante su gestión estalló el caso Odebrecht, una constructora brasileña que financiaba campañas electorales de candidatos presidenciales en Sudamérica a cambio de beneficiarse con licitaciones de obras públicas. Entre los supuestos beneficiarios figuraban Humala y su partido. Por tal motivo fue acusado de lavado de activos y de asociación ilícita para delinquir. Humala y Nadine Heredia, la primera dama, estuvieron en prisión preventiva durante nueve meses entre 2017 y 2018. El caso sigue abierto.
A partir de aquella presidencia, los mandatos empezaron a ser cada vez más fugaces. Las elecciones de 2016 las ganó el economista Pedro Pablo Kuczyinski, popularmente conocido como “PPK”. Fue presidente del Perú por escasos 42 mil votos sobre su contendora Keiko Fujimori en segunda vuelta. Si bien contaba con el espaldarazo del sector empresarial, su triunfo se debió en gran medida a la principal fuerza política del Perú: el antifujimorismo. Ello provocó una hostilidad permanente que le impidió gobernar, pues el Congreso contaba con una arrolladora mayoría de miembros de la agrupación política Fuerza Popular, liderada por Fujimori.
En diciembre de 2017, PPK también fue relacionado con el escándalo Lava Jato. Además, se develó que PPK negoció con Kenji Fujimori, hermano menor de Keiko, la compra de votos para no ser destituido a cambio de la liberación de Alberto Fujimori. Su renuncia llegó por gravedad. En abril de 2019, recibió la orden de guardar 36 meses de prisión preventiva por el supuesto delito de lavado de activos cuando fue ministro en el Gobierno de Toledo. Ahora enfrenta su proceso judicial en libertad. Le sucedió su vicepresidente, Martín Vizcarra Cornejo.
Durante su gestión logró un significativo apoyo popular. Eso le impulsó al año y medio de su gestión a disolver el Congreso, con un respaldo del 85 por ciento de la población, según las encuestadoras. Pero ni eso conjuró el sortilegio que afecta a los mandatarios peruanos. Los nuevos representantes de la Cámara le acusaron por delitos de corrupción cuando fue gobernador regional de Moquegua, región de la costa sur donde nació.
La imagen de Vizcarra fue manchada por el denominado vacunagate, escándalo internacional que destapó el tráfico de vacunas contra la Covid-19 en el Perú. En abril de 2021 postuló al Congreso e increíblemente fue el más votado (165.000 votos), pero antes de ejercer el curul fue inhabilitado. La Fiscalía ha pedido para Vizcarra 15 años de pena privativa de la libertad por el delito de cohecho pasivo. A su sucesor le fue peor.
Empiezan las convulsiones
Manuel Merino de Lama reemplazó en el cargo a Vizcarra. Pero su mandato duró apenas del 10 al 15 de noviembre de 2020. El Congreso de la República dio aval a su nombramiento en el cargo, pero se desató una ola popular de rechazo. Tras un saldo de dos fallecidos y un centenar de heridos, fue forzado a dejar el cargo. En medio de la crisis política y la pandemia del Covid-19, Perú vio llegar al poder a Francisco Sagasti Hochhausler. Sagasti gobernó durante ocho meses en medio de crecientes conflictos sociales y la inminencia de las nuevas elecciones. Suma en la corta lista de quienes no fueron alcanzados por el temible brazo de la justicia peruana ni el poder derrocador del Congreso.
La llegada de Pedro Castillo Terrones parecía imponer un giro histórico a la política peruana. Incluso se auguraba un tiempo de estabilidad dada la fuerza social que este docente rural había logrado nuclear en su favor. Ascendió al poder tras unas reñidas elecciones frente a Keiko Fujimori. Pero el políticamente inexperto maestro sindical no logró dar talla para el cargo. Tuvo 78 ministros en 17 meses de gobierno, y fue destituido el 7 de diciembre de 2022 en el tercer intento de vacancia tras un frustrado autogolpe de Estado. Hoy cumple una prisión preventiva de 18 meses, acusado por los delitos de rebelión y conspiración.
Le sucedió en el cargo Dina Boluarte, la primera mujer presidente del Perú. Por mucho que le esperen tiempos mejores en su gobierno, no podrá borrar el hecho de que para sostenerse en el poder ha debido lidiar con una multitudinaria ola de protestas.