Loros de la ciudad. Cara roja y alas amarillas, las variedades más comunes
Cochabamba puede considerarse una ciudad privilegiada por la gran diversidad de aves que tiene: más de 30 en la laguna Alalay, 87 en la cuenca del río Rocha y muchas más en los bosques urbanos.
Los loros son una muestra de esa variedad y de la presencia de la naturaleza en medio del crecimiento urbano.
Es común verlos en los árboles más altos, como las palmeras y árboles frutales, como el pacay. Vuelan en bandadas agitando sus alas y apagando los murmullos de las personas y el ruido de los vehículos con sus alaridos.
En la ciudad de Cochabamba se pueden encontrar principalmente dos especies de loros: el lorito cara roja (Psittacara mitratus) y el lorito de alas amarillas (Brotogeris chiriri). Es una especie de sudamericana que habita desde el norte de Perú hasta Bolivia. Suele hallarse en bandadas de hasta 100 individuos y se alimenta de semillas y frutas.
El lorito de alas amarillas habita desde Brasil hasta Argentina y Bolivia, según la bibliografía ambiental. Miden entre 20 y 25 centímetros y se destacan por su color verde claro. Se alimentan de semillas y frutas y, a veces, de flores y néctar.
“Muy rara vez es posible ver, especialmente al sur de la zona sur, un loro endémico de Bolivia, la cotorrita boliviana (Myiopsitta luchsi), que es típica de los valles bolivianos. También y más antiguamente, porque ya no hay registros muy recientes, se veía al lorito cabeza azul (Thectocercus acuticaudatus), por ejemplo, en serranías de la laguna Alalay”, explicó el biólogo y ornitólogo José Balderrama.
Como el resto de las aves, los loros no están libres de peligros. “Las mayores amenazas en la ciudad serían un poco gente que las atrapa para mascotas o les lanza piedras con flechas. Además, las podas de árboles como las palmeras que deben realizarse fuera de la época reproductiva. Lo importante es que la gente comprenda que son aves que ya vivían aquí antes y que ahora se han adaptado y que a muchos nos deleitan con sus colores y sus gritos llenos de vida”, dijo. “Vivimos en una ciudad con muchas áreas verdes llenas de vida, que deberíamos valorar”, resaltó.