Ciberciudadanía
La Internet y las redes sociales digitales están en el centro de uno de los mayores cambios en el comportamiento individual y social de los últimos tiempos en el mundo y también en Bolivia. Hay que subirse a un micro para observar, en esta suerte de microcosmos de la sociedad urbana boliviana, el número de personas principalmente jóvenes navegando por la red en sus teléfonos inteligentes, al hilo de sus variados intereses y preferencias, para comprender el tamaño del cambio.
El campo de posibilidades de participación en temáticas y sensibilidades diversas en la red nunca fue tan grande. Y en esa apertura también la política, la solidaridad y la búsqueda del bien común lograron un lugar. La presencia de ciertas formas de activismo cívico, prácticas solidarias en Internet o ciberactivismo, plasmadas en páginas como Avaaz o change.org, entre otras, al servicio de peticiones o iniciativas ciudadanas, a favor de diversas causas globales o locales, en diversas partes del mundo, es un ejemplo. Más significativa aun para nuestro medio es la presencia en el Facebook de grupos o comunidades de discusión, interacción y apoyo a diversas causas, unas más políticas que otras, según el caso. Y ahí tenemos en Bolivia, a La Pública, Amigos del Tipnis, Masa Crítica, No a la Violencia Doméstica o No a la tala de árboles, con sus hasta el momento, impresionantes 6.000 miembros, para citar algunos.
Para quienes sólo ven comunidades y organizaciones sociales en todo el entramado social boliviano, éste podría ser un fenómeno perturbador. Las redes sociales digitales son el espacio virtual propicio encontrado por una ciudadanía individual desprovista o reticente a las afiliaciones sindicales o grupales, que ha encontrado en los canales digitales la herramienta ideal para dar curso a sus inquietudes en temas que hacen al bien común. Una red ciudadana con raíces en la clase media, joven y urbana, integrada por personas que de manera autónoma y libre orientan sus decisiones de participación en la dirección que sus afinidades e intereses le sugieren: los árboles, derechos de los ciclistas, la defensa del patrimonio arquitectónico, etc.
Problemáticas como éstas no suelen encontrar sitio en la agenda de los movimientos y organizaciones sociales. Como cualquier grupo social, las llamadas organizaciones sociales son también el canal de resonancia de ciertos prejuicios colectivos e intereses. Y en consecuencia, víctimas de los mismos, en la diversidad de problemáticas que recubre el bien común, se silencian algunos temas y se favorecen otros. La dinámica de intereses grupal puede hacer que la solidaridad y las acciones en su favor queden estancadas en los estrechos límites del sindicato, el barrio o la comunidad, ya sea que se trate del aumento salarial, el servicio de recojo de basura, el tinglado para la cancha para la OTB, dentro la ya conocida veneración por las obras construidas. Los olvidados de la fiesta: el cuidado del medio ambiente, el sistema de justicia o la violencia domestica, para citar algún ejemplo, suelen despertar un interés limitado y son justamente las materias que, a juzgar por las sensibilidades ciudadanas en las redes, más agitan su consciencia ciudadana.
Son ciertamente nuevos vientos los que soplan en los caminos de la participación ciudadana de la mano de la tecnología digital. El activismo ciudadano en las redes tiene, en los límites impuestos por la brecha digital, todos los visos de constituirse en una fuerza contestataria alternativa. Los materiales de los que se alimenta: una nueva sensibilidad, una conciencia bien informada, espíritu crítico y valores compartidos alrededor de ciertos focos de interés. El ciberciudadano probablemente no sea un revolucionario pero sí un reformista, al borde del hartazgo producido por los desaciertos en la gestión de su ciudad y país.
El autor es abogado miembro del EPRI.
Columnas de ERIC HINOJOSA ZAMBRANA