Contra los embarazos de adolescentes
La buena información, acompañada por la disponibilidad de métodos preventivos, es la fórmula más eficaz, si no la única en verdad disponible, para hacer frente a tan dramática situación
Ayer, 26 de septiembre, ha sido el Día Mundial de Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes (DPEA). Se trata de una campaña educativa promovida y organizada por el Centro Latinoamericano Salud y Mujer, una alianza entre organizaciones públicas y privadas que se forjó en Uruguay, el 2003.
La campaña contra los embarazos de adolescentes es sin duda una causa que merece ser respaldada. Más en nuestro país, que se destaca entre los de la región por ser uno de los que tiene mayores porcentajes de adolescentes y con no poca frecuencia niñas cuyo ingreso a la pubertad no ha concluido, que resultan embarazadas contra sus deseos y su voluntad. Según datos del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) Bolivia tiene un promedio de fecundidad de 88 nacimientos por mil mujeres de 15 a 19 años, muy por encima del promedio regional de 50 embarazos por mil mujeres. Eso significa que cada día quedan embarazadas alrededor de 250 adolescentes, 10 cada hora.
En términos porcentuales, se calcula que el embarazo de adolescentes representa poco menos del 25 por ciento del total de embarazos en el país. De estos embarazos, al menos el 70 no fueron deseados y fueron producidos en circunstancias de lo más adversas tanto para la precoz madre como para la criatura concebida.
Esas cifras son apenas una pequeña y fría muestra de un drama que se multiplica en todo nuestro país y muy especialmente en las zonas rurales y los barrios más desatendidos de las ciudades. Los datos cuantitativos, alarmantes de por sí, resultan sin embargo opacados si se considera la dimensión subjetiva del problema, pues todas las investigaciones sobre el tema coinciden en señalar que gran parte de los embarazos de niñas y adolescentes son fruto de violaciones, de abusos facilitados por los efectos del alcohol o, simplemente, por ignorancia de la relación natural entre sexo y embarazo.
Los efectos multiplicadores de tal situación son por supuesto muchos y a cuál más negativo. La pérdida de la salud y vitalidad de las mujeres afectadas es una de las peores. Es que debido a que en gran parte de los casos no están aún biológicamente desarrolladas para afrontar el embarazo y con mucha frecuencia sufren carencias nutricionales que las condenan a un temprano agotamiento de su organismo. La precariedad económica, cuyo mayor peso recae por lo general sobre las mujeres, sienta por otra parte las bases de una cadena de múltiples problemas sociales cuyos efectos negativos trascienden el círculo familiar.
Ante tal situación, tanto la Organización Mundial de la Salud, como el Unfpa y muchos otros organismos internacionales coinciden al recomendar a los Gobiernos, y a la sociedad en general, que dedique sus mejores esfuerzos a la educación sexual de la niñez y la juventud, pues ya está ampliamente demostrado que la buena información, acompañada por la disponibilidad de métodos preventivos, es la fórmula más eficaz, si no la única en verdad disponible, para hacer frente a tan dramática situación.