Modernidad urbana y metropolización
El proceso que ha seguido la conformación metropolitana en las ciudades exige la comprensión de las dinámicas territoriales que dieron paso a la consolidación de estos grandes espacios urbanos compactos y complejos, interconectados entre sí, y no necesariamente a partir de una planificación previa, sino emergentes de una alta y creciente concentración ciudadana, de un desarrollismo asumido de modelos heterónomos —subyacentes a normativas de habitabilidad impuestas— y resultado de la extensión de la gran ciudad y su vinculación física con otras adyacentes, alterando sus formas de vida tradicionales rurales a otras modernas urbanas.
El fenómeno metropolitano da cuenta de la ocupación de amplios territorios que han avanzado ocupando áreas periféricas de los tejidos urbanos o paralelas a las vías más importantes que vinculan con el centro de la metrópolis.
Un primer aspecto de la metropolización revela una concentración poblacional superior a un millón de habitantes, cuyas causas se atribuyen a la expulsión de pobladores de las áreas rurales debido a la crisis agrícola, la aglomeración demográfica en torno a una acentuada centralización de actividades y funciones socioeconómicas, la oferta urbana de mejores condiciones de habitabilidad y la insatisfacción de necesidades de personas en condición vulnerable. En todos los casos, el fenómeno determina una transformación con efectos sociales, económicos, políticos, culturales y especiales, y su aparición se impone sobre la estructura tradicional de la ciudad y una nueva forma de concebirla con características diferentes.
Un segundo aspecto del proceso de metropolización son los impactos relacionados con la calidad ambiental en las ciudades componentes, con fuerte demanda de requerimientos de infraestructura y servicios básicos.
Estas manifestaciones se pueden atribuir como respuesta a la consolidación de la ciudad moderna, sustentándose en dos aspectos estructurales: primero, el crecimiento demográfico y su alta concentración en el espacio; y segundo, la expansión ilimitada como demostración de garantía del territorio de contener el flujo poblacional.
La ciudad metropolitana representa el nuevo paradigma territorial capaz de modernizar la sociedad, y que el modelo de desarrollo planteado no puede ser cuestionado por los desaciertos de las ciudades como efecto de la convivencia social anterior. La modernidad representa la respuesta a los esfuerzos de políticas deliberadas por mejorar la noción de progreso, y la metrópoli es el efecto privilegiado en este sentido, fuertemente coadyuvado por la dimensión política y nociones urbanísticas, como parte de la programación de proyectos optimistas, en cuanto a edificaciones, infraestructura urbana, funcionalidad, morfología, y mobiliario, cuya falta de previsión y control permiten una política del hormigón armado.
Las ciudades metropolitanas congregan mayor cantidad de población en su territorio debido principalmente al desarrollo de actividades económicas que a su vez provocan cambios urbanos fundamentales e incrementan la conflictividad urbana. Por una parte, debido al aumento de la densidad en áreas privilegiadas, efecto de la edificación de viviendas multifamiliares en altura; y por otra, por la demanda constante de satisfacción de necesidades de una población creciente asentada en una periferia expandida, dispersa, parcelada y marginal, producto de la diferencia de los precios en el mercado de suelo y su relación estrecha con la insuficiencia de infraestructura básica de servicios y la falta de accesibilidad y conectividad con el transporte público y las comunicaciones.
Derivado de una planificación insuficiente, el fenómeno metropolitano revela severas transformaciones territoriales por la inconsistencia de modelos imperfectos, como efecto fundamental del crecimiento acelerado, desordenado. Las causas se asocian con las crisis sociales y climáticas, que a su vez responde a enormes flujos migratorios y un mercado de suelo desregulado que causa perturbaciones en las organizaciones urbanas y territoriales.
Aunque no se avanza satanizando el fenómeno de la metropolización, algo que no es coherente con el proceso es la ausencia de políticas públicas que permitan establecer un modelo de desarrollo efectivo de ocupación del territorio.
Las nuevas formas de habitar la ciudad y los nuevos modos de relacionarse con el territorio resultan de la presión social por mejorar las condiciones de vida a partir de las oportunidades que se supone que la ciudad debe ofrecer principalmente a los migrantes rurales como medios para superar deficiencias vinculadas con la salud, educación, residencia, empleo, y especialmente salir del automatismo y la desesperanza de lo rural. Así se fortalecen estas nuevas entidades territoriales, articulando a su vez una sociedad diversa con diferentes orígenes étnicos; variedad de culturas; distintas capacidades individuales y varias formas de las relaciones personales y afectivas.
El autor, Ph.D., es investigador del Ceplag – UMSS, mkquiroga@gmail.com
Columnas de MARKO QUIROGA BERAZAÍN