Planificación para el desarrollo integral
Los pocos indicadores que evalúan el desarrollo integral en Bolivia dan cuenta de un avance relativamente bajo. Sobre este aspecto, la información oficial del Gobierno declara que disminuyó la tasa de desempleo, se redujo la pobreza moderada y extrema, mejoró el índice de alfabetización y subieron los niveles de cobertura de servicios y saneamiento básico, principalmente. Aunque la causa de esta recuperación se podría atribuir al mejoramiento de las condiciones económicas por las que atravesó el país antes de la actual crisis, es indiscutible también que estas condiciones no fueron equitativas y que confirman altos grados de desigualdad según la localización residencial, con severos resultados negativos en ciudades alejadas de las decisiones centralistas del Estado, como también en la marginalidad de los centros urbanos y especialmente en sectores rurales; y con resultados positivos en espacios urbanos aventajados históricamente.
Es posible también que una parte de los grandes desafíos incumplidos sean resultado de la falta de planificación integral, la ausencia de normativa multinivel y de insuficiencia en la gobernanza, como factores decisivos para su estancamiento. La flexibilidad reguladora, así como la distancia de muchos espacios territoriales de los modelos sectoriales centralistas también son causas probables para que la planificación local disminuya su eficiencia y capacidad de desempeño en numerosos aspectos de su incumbencia, evidenciando una depreciación en su ámbito de operación, agravando patrones de desterritorialización y ratificando la hegemonía que tiene la ciudad central.
Considerando que la multidimensionalidad es indescartable en el análisis de las necesidades de la sociedad, la planificación integral se constituye en un instrumento imperativo para producir desarrollo. La obligatoriedad de priorizar la problemática producida por la falta de organización del territorio se convierte en otro aspecto importante para condicionar la habitabilidad; su desatención hace que el caos someta el comportamiento espacial.
La planificación requiere, para satisfacer su propia eficiencia, el cumplimiento de una serie de precisiones que van desde el campo teórico y político, hasta principios que precisan fortalecer el sentido de pertenencia ciudadana, y también la interacción de las gobernanzas multiescalar, intersectorial y pluritemporal como aspectos coadyuvantes para alcanzar el objetivo de desarrollo con un enfoque sistémico que atienda tanto la inmediatez de la problemática como el fenómeno estructural.
Estos escenarios de planificación deben tener lugar de manera participativa, atendiendo la verdadera necesidad de una ciudadanía demandante de soluciones para mejorar su existencia en el territorio, soslayando exigencias sectoriales y de grupos de poder amparados por el mercado.
En este sentido, es imprescindible analizar factores de la planificación que, como instrumento para el desarrollo urbano integral, deben ser tomados en cuenta:
Inicialmente, la planificación no puede dejar de lado prácticas anteriores, aunque planteadas para determinada temporalidad y problemática, por lo que deben respetarse sus enfoques y las herramientas utilizadas para su materialización, usufructuando su experiencia y sus resultados en el proceso institucional y de gestión pública.
A continuación, deben considerarse todos los acontecimientos que derivaron en transformaciones sociales y políticas como base sustantiva para proponer nuevos desafíos en el manejo multiescalar del territorio. En este aspecto, resulta categórico analizar el avance en los indicadores de salud, educación, empleo, innovaciones tecnológicas, terciarización económica, nuevas clases medias, y todas las dinámicas presentes por conflicto o por cooperación entre actores sociales y que no necesariamente obligan a la ciudadanía a participar en organizaciones, pero que puede actuar y ser parte activa en demandas de sus intereses.
Finalmente, es urgente entender el condicionamiento de la planificación a partir de las situaciones de expansión y crecimiento urbano capaz de superar estados de inestabilidad en espacios históricos de marcada diferencia que ven incrementadas cotidianamente sus desigualdades.
Es preciso corregir el desacertado estancamiento que sume la acción del Estado en sus multiescalares instancias y entidades respecto de la oferta de políticas públicas; y rechazar otras que están en favor del mercado avasallador y de los operadores del modelo de obrismo urbano como estrategia política. Es importante efectivizar más que solo enunciar proyectos de largo plazo y procurar políticas públicas que evidencien un buen estilo de gobernar.
Así, la planificación será el instrumento idóneo para trabajar procesos de desarrollo integral, por su capacidad sistemática de responder a grandes desafíos ciudadanos de coordinar esfuerzos plurales y diversos de los diferentes componentes de la sociedad para resolver eficientemente la pasividad y la indolencia un Estado centralista y sectorial.
El autor, Ph.D., es investigador del Ceplag – UMSS, mkquiroga@gmail.com
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