Ciudades: entre desarrollo y pobreza
El proceso de crecimiento poblacional en el mundo avizora un futuro peligroso debido a la excesiva concentración en zonas urbanas. Más del 50% de personas reside en las ciudades, con la consiguiente saturación espacial y transformación del suelo, alto consumo de energía por la mayor inversión de tiempo en desplazamientos, significativa demanda residencial, excesivo incremento de servicios básicos y mayor generación de estructura viaria.
Además, es indudable que el mayor consumo energético a partir de la sobreutilización de recursos tiene lugar en las ciudades. Este, en su mayoría, proviene de fuentes convencionales y consideradas como principales causantes del calentamiento global y el cambio climático. Según el Portal de Ciencias y Tecnología de Montevideo (Jiménez, 2017) las ciudades del mundo ocupan solamente entre 2% al el 3% de la tierra, y generan el 85 % del PIB. El 54% de la población mundial (cuatro mil trescientos veinte millones de habitantes) reside en ciudades, un 12% de esa población (860 millones aproximadamente) vive en la marginalidad.
La concentración de población en las ciudades empuja a un curso extractivista promovido en muchos casos en nombre del desarrollo. El territorio se ve severamente afectado en sus potencialidades y vocaciones, provocando un impacto en la cadena de producción alimentaria que abarca muchas veces un radio de acción mayor a sus límites administrativos y entrando peligrosamente en un sobregiro ambiental debido a la contaminación que provoca.
Esta concentración en entornos urbanos ascenderá peligrosamente hasta 2050 con un 70% del total poblacional y en Europa muy cerca del 80%. Las ciudades representan entre el 60% y el 80% del consumo de energía, el 75% de gases de efecto invernadero y emisiones de carbono; y producen gran cantidad de deshechos, por lo que es importante pasar del desarrollo sostenible al desarrollo coevolutivo (Norgaard, 1994), como un proceso de transformación multinivel y multiescalar producto de la relación hombre-naturaleza hacia la búsqueda de nuevos modelos con alternativas energéticas que no solo sean sólo fuentes renovables de energía, sino que también sean de uso y aplicación sustentable.
Por tanto, la “prosperidad” se asociará también con mayores escenarios de privación y altas condiciones de desigualdad urbana. Si bien es cierto que las ciudades son los principales promotores de la economía, paralelamente son los centros donde convergen las grandes inequidades y por tanto la pobreza.
No es posible satisfacer condiciones de cohesión social sin permitir el acceso universal de los sectores urbanos más vulnerables y pobres a los servicios básicos. El desarrollo aparte de integral debe ser colectivo, por lo que la priorización no solamente puede satisfacer obras de infraestructura superfluas sino atender las necesidades emergentes para mejorar las condiciones de habitabilidad y, por ende, reducir la segmentación socioespacial y las desigualdades del entorno urbano.
El ordenamiento urbano debe ser orientado hacia modelos sustentables integralmente, de manera de generar ciudades productivas y competitivas económicamente, inclusivas y equitativas socialmente, habitables ambientalmente y bien administradas en términos de multigobernanza que apunten a reducir la fragmentación residencial, la segregación espacial y la exclusión social y, por tanto, atenuar la brecha provocada por la pobreza, además de fortalecer el concurso ciudadano en la toma de decisiones en la organización territorial.
El manejo racional de recursos y la gestión territorial son importantes para mejorar las condiciones de sustentabilidad urbana. Criterios fundamentales para el establecimiento de ciudades sostenibles consideran que el desarrollo urbano debe trabajarse a escala humana, tomando como centro principal de atención a las personas, renovando, revitalizando o regenerando para ellas espacios compactos para la interacción eficiente y armónica, buena conectividad en la estructura territorial, mejoramiento de las condiciones de habitabilidad y salud ambiental, renaturalización de los espacios públicos y fortalecimiento de coberturas verdes, economía circular, participación ciudadana y multigobernanza.
El avance hacia una ciudad sustentable debe contemplar en su proceso un enfoque de tercera generación, que permita el manejo multidimensional, donde la expansión territorial y la transformación del suelo no sean resultado solamente del progreso económico, condicionando parámetros de injusticia en el acceso a oportunidades de determinados sectores sociales.
El desarrollo urbano debe ser adecuado a las propias características y peculiaridades de cada contexto, de manera de establecer condiciones eficientes para su evaluación. No es posible ser asertivo con un solo modelo de sostenibilidad, por lo que las agendas urbanas locales deben satisfacer la demanda de lograr ciudades sostenibles, asociadas fuertemente con economías también sostenibles.
El autor, PH.D., es investigador del Ceplag-UMSS, mkquiroga@gmail.com
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