“Amargas cosechas: Una década de políticas agrarias y forestales del MAS”
El último libro de Gonzalo Flores, que tiene el mismo título que esta columna, presenta una panorámica bastante amplia de lo acontecido en la agricultura, la ganadería, la pesca y lo forestal, desde 2006 al 2015. Un libro que trata de verificar si realmente hubo cambios sustantivos en esos sectores, en estos 10 años donde hubo una continuidad política notable: el MAS estuvo en el poder todo este tiempo, además dicho gobierno contó con ingentes recursos económicos. La respuesta de Gonzalo Flores es que no se dieron tales cambios y que lo gastado por el Gobierno ha sido en políticas y programas que influyeron poco en la agricultura, lo que explicaría el escaso desarrollo del sector, durante los gobiernos de Evo Morales.
Sin entrar en todo lo analizado, quisiera resaltar algunos aspectos del texto. Señalar que en estos años el Gobierno del MAS tuvo la suerte de contar con un contexto internacional favorable, con altos precios de las materias primas, lo que significó contar con una disponibilidad de recursos muy significativa. Por lo que pudo aumentar el gasto en el sector agropecuario y forestal. Durante todo el periodo el Gobierno del MAS gastó en dicho sector 3.500 millones de dólares, una cifra fenomenal. Se ha desembolsado muchísimo dinero pero no se puede demostrar un progreso proporcional ni a nivel de la producción, ni con respecto de los ingresos de los campesinos ni con referencia a la conservación de los recursos naturales.
Otro problema, señalado por Flores es la desinstitucionalización producida en el sector, que se manifiesta por las tres reestructuraciones mayores del Ministerio, reestructuraciones que se hicieron como muchas veces en Bolivia, para responder a presiones políticas de sectores corporativos cercanos al Gobierno. Cuando los cambios institucionales más bien, deberían responder de manera de lograr una mayor eficiencia para satisfacer las necesidades del sector.
Lo más grave de la desinstitucionalización radica, en que se incorporó a las organizaciones sociales como gestoras del sector y al hacerlo se borró los límites entre Estado, Gobierno, partido y adherentes. Esto dio como resultado que las decisiones se toman únicamente en razón de principios políticos e intereses corporativos. Estamos lejos de poder contar con un Estado fuerte, con una burocracia a la Weber eficiente y racional.
Un tema más político tiene que ver con lo sucedido en la Cumbre Agropecuaria del 2015. Según Flores, queda muy claro que desde entonces el nuevo aliado privilegiado del Gobierno son los empresarios agrícolas, que consiguieron en esa reunión todas sus demandas. El MAS estaría nuevamente al lado de los poderosos del sector como los anteriores gobiernos de la derecha.
¿Cuál sería entonces la tarea de una izquierda democrática? ¿Cómo se debería realmente apoyar al sector campesino?, ¿Cómo se debería reformular un Fondo de Desarrollo Indígena Originario Campesino? Son muchas preguntas que el libro no responde. Pero eso no le quita valor a este trabajo de investigación por lo que recomiendo fuertemente su lectura.
El autor es economista.
Columnas de MANUEL DE LA FUENTE