Sin calza
Parece diciembre. A fin de año uno siente el efecto acumulado de declaraciones, metidas de pata, ilegalidades y otras pequeñas delicias de la vida cotidiana y la política. En enero borrón y cuenta nueva y al menos con más voluntad, o energía o alguna magia misteriosa de los inicios, las cosas son más leves. Excepto que ahora parece diciembre.
Una chorrera de declaraciones decididamente ofensivas del presidente –contra las mujeres, claro– en las escasas dos semanas que lleva el año y no hay magia que valga, de vuelta a diciembre. No es que haya dicho algo novedoso, ni nada que no forme parte regular de su repertorio menospreciador y carente de respeto contra las mujeres. Por el contrario, sólo ha dicho más de lo mismo: “nada de cholitas con calzas”, porque si lo quieren hacer bailar, sin calza.
Voy a obviar lo que estaban esperando, la desagregación minuciosa de todos los motivos, dimensiones y sensibilidades que hacen la carga ofensiva de una declaración que, a todas luces, solamente las feministas resentidas pueden malinterpretar buscándole tres pies al gato, mientras que los de siempre más bien le ven la gracia y hasta los más críticos lo ven máximo como un inocente desatino.
A las y a los que aún no han entendido por qué este tipo de comentarios no son solamente ofensivos sino perjudiciales para la sociedad, les pregunto: ¿qué pelea, explicación, discusión, disertación, ejemplo o imaginación necesitan para caer en cuenta de una vez? Estamos en 2019, no en tiempos de Abraham o Moisés. ¡Y no tiene nada que ver con tener madre, hermana, esposa o hijas! Tiene que ver con tener conciencia.
El Presidente tiene, desde luego, derecho a su opinión personal, pero en su espacio privado y en sus relaciones privadas; sin embargo tampoco se trata de los derechos del Presidente, de los cuales se habla demasiado. Se trata de sus obligaciones, que parece que no se había enterado de que como Presidente tiene más obligaciones que otros.
El Presidente se debe a toda la población, la que lo aplaude y la que no. Alguito más de la mitad de esa población es mujer. El presidente tiene obligación de dar buen ejemplo, de cumplir y hacer cumplir las leyes, de velar por el bienestar y la garantía de los derechos de la población, deseablemente antes que velar por los suyos propios. El Presidente tiene obligación de atenerse a las leyes y de promover políticas públicas para el bienestar de toda la población, de gastar en educación y salud y en políticas de igualdad de género, esa que no se logra en las canchas de pasto sintético. El Presidente tiene obligación de entender este tiempo y sus transformaciones, estas condiciones y desafíos… y de mirar adelante, no hacia atrás. En este campo, con las mujeres, tiene muchos pendientes. El principal, empezar a dar ejemplo de que las mujeres merecemos respeto y dejar de añorar tiempos pasados y al “compañero… su caballo con su cholita”. Irónicamente y a pesar de las advertencias del Vicepresidente, es el proceso de cambio el que parece que nos quiere regresar a los tiempos de la colonia cuando las mujeres no contábamos para nada y los hombres llevaban calzas, aunque no le gusten al presidente.
La autora es socióloga y politóloga. Coordinadora de investigación social en Ciudadanía, comunidad de estudios sociales y acción pública
Columnas de VIVIAN SCHWARZ-BLUM