Fervor cívico
Con venia del sol de septiembre ha iniciado la semana del deber cívico. A mí me recuerda mucho a ese viejo refrán de que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. La semana ha empezado con –obviamente– desfiles y ya me he quedado trancada en casa con avenidas cerradas, dificultades para cumplir con mis actividades normales que no incluían cierres de calles a último momento sin consideración a los que, con menos fervor cívico, no están participando de los desfiles.
Esperando el paso de estudiantes, uniformes escolares, banderas, escarapelas, bandas, (extraños uniformes para las bandas), vendedores de comida y chucherías de feriado y en general una muchedumbre alborotada que mayormente han ido a ver y acompañar a alguien que desfila o han ido a hacer negocio con la venta de alguna cosita apropiada en los desfiles (incluyendo salvavidas y pelotas inflables, en serio). En seis cuadras, muy pocos son los que de verdad han ido a ver el desfile por su significado cívico y no por su conexión personal con los “desfilantes”.
Supongo que, unos más que otros, a eso estamos acostumbrados. Como parte de los menos, sospecho que el desfile y, por extensión, el deber cívico, son simplemente un show más en un tiempo y un contexto mundial y nacional que nos vende espejos y cuentas a título de deber cívico y fervor de identidad regional.
Mientras sucede este despliegue de fervor y deber cívico, las calles en la ruta del desfile se llenan de basura generada por los fervorosos, los oportunistas que hacen negocio sin pagar impuestos, los destructores de plantas, los vecinos indignados por lo sucio que queda su barrio, los ciudadanos que ven interrumpido el tráfico y se las tienen que arreglar y todo ¿para qué?. Para llenarnos la boca y los ojos de un poquito de fervor cívico, para vendernos y creernos un poquito mejor la historia de cuánto queremos a nuestra región, y de cuánto la respetamos saliendo a desfilar!!!
¿Eso es? Ese es nuestro fervor y nuestro deber. Salir a desfilar un par de cuadras y la felicidad del deber cumplido. Eso es un fraude. Seguramente la deplorable calidad del aire, la escasez del agua, la pérdida de áreas verdes y la expansión del cemento, los animales abandonados y maltratados se arreglan con un desfile de pechos hinchados; seguramente la corrupción se lavará con un desfile en uniformes y banderas, la indiferencia de las autoridades a la violencia contra las (eso sí) valerosas mujeres cochabambinas se arreglan con un par de desfiles; seguramente la agresividad de los comités de seguridad y vigilancia barrial, los muñecos colgados, la ineficiencia de la policía se arreglan con un par de desfiles, una cantada de himno y listo, hasta el siguiente año con el deber cívico cumplido.
Tengo una contrapropuesta. La próxima vez que queramos cortar el tráfico en las calles que sea para exigir que nuestras autoridades se ocupen del río Rocha y de la laguna Alalay, en vez de desfiles iremos a limpiar el río y las calles; cortaremos las calles para educarnos para producir menos basura, para enseñar a los niños y mayores a no romper plantas y cortar árboles, para dejar de amenazarnos con colgarnos como a muñecos y tratar amablemente a nuestros conciudadanos, para parar la violencia contra las mujeres y hacerles justicia a las que han sido violentadas. Así por lo menos el próximo sol de septiembre brillará no solo radiante sino también feliz.
La autora es Socióloga, Ph.D. en Ciencia Política. Coordinadora de Investigación Social en Ciudadanía
Columnas de VIVIAN SCHWARZ-BLUM