Los retos del desarrollo humano en Bolivia
Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, habló de la importancia de considerar al ser humano como eje central en la economía y de medir el bienestar social no únicamente vinculado a la satisfacción, sino más bien vinculado a las capacidades adquiridas por las personas. Este enfoque resultó ser, además de un cambio profundo, sumamente importante para los tomadores de decisiones. En 1990, las Naciones Unidas, sustentadas en el aporte de Sen, publican el Informe de Desarrollo Humano resaltando el Índice de Desarrollo Humano (IDH), ahora mundialmente conocido y referenciado, que pretende recoger tres aspectos de suma relevancia en una sociedad: la renta, como forma de medir la capacidad de acceso a bienes de consumo; la educación, como la capacidad de enfrentarse al mundo con suficientes conocimientos y, finalmente, la salud, como la capacidad de tener una vida larga y saludable.
En nuestro país, se ha hecho mucho énfasis en el notable y sostenido crecimiento económico de los últimos años –medido a través del Producto Interno Bruto–, así como la notable disminución de la tasa de pobreza. Sin embargo, se ha hablado muy poco del IDH, a pesar de ser un indicador altamente aceptado que refleja el avance social de un país y que engloba aspectos que, por su misma naturaleza y metodología de medición, el PIB no contempla. Según el informe del PNUD, el año 2017, Bolivia alcanzó un IDH de 0,693, que aumentó respecto al año 2005, cuando era 0,624.
Si bien se han visto avances sociales en Bolivia y el valor del indicador ha tenido una tendencia creciente, no es suficiente si nos comparamos con otros países. Actualmente, nos situamos en el puesto 118 de 189 en el mundo, por lo que nos mantenemos en el grupo de países con un desarrollo humano medio. Si nos comparamos con países de Sudamérica, Bolivia se encuentra lejos de Chile, Argentina y Uruguay, con 0,843; 0,825 y 0,804, respectivamente, situados en el grupo de países con desarrollo humano muy alto. Nos encontramos también por debajo de Ecuador, Perú y Colombia, quienes obtuvieron un IDH de 0,752; 0,750 y 0,747, respectivamente, situados en el grupo de países con desarrollo humano alto.
Es evidente que tasas elevadas de crecimiento económico no se traducen automáticamente en desarrollo humano, y es este último en el que aún debemos avanzar considerablemente: trabajar en políticas que mejoren no solo el acceso a la salud y la educación, sino que mejoren, en ambos casos, su calidad. En época electoral, dichas políticas deberían ser los pilares de las propuestas de gobierno de los candidatos.
La autora es economista
Columnas de FÁTIMA ZAMBRANA ALMARAZ