Un modelo, diferentes momentos
La situación económica del país se ha convertido en una de las preocupaciones centrales durante las últimas semanas: la disminución de las reservas internacionales netas, la falta de dólares y las largas filas en los bancos, el tipo de cambio, los fondos de pensiones, el desequilibrio fiscal, entre otras, son cuestiones que inquietan a la ciudadanía.
Después del periodo de desaceleración y los impactos económicos por la pandemia, se tenía una ilusión colectiva de un —aunque lento— retorno a la relativa “estabilidad económica” de la que gozábamos años antes. Sin embargo, ante escenarios de mayor incertidumbre y falta de confianza, la realidad se torna diferente de la que esperábamos.
Se pone en cuestión el “Modelo Económico Social Comunitario Productivo” que habría traído la estabilidad económica mencionada. Éste plantea una guía de la forma en que se organiza la economía a través de la generación y distribución del excedente económico entre los miembros de la sociedad, basando su principal fuente en el buen aprovechamiento de los recursos naturales, para el beneficio de los propios bolivianos. Así, el Estado juega un rol redistribuidor destinando los excedentes generados por los sectores estratégicos de hidrocarburos, minería y electricidad, tanto a la redistribución de los ingresos y la reducción de la pobreza, como a la diversificación productiva a través del impulso a sectores llamados generadores de ingreso y empleo, como la industria manufacturera, turismo, desarrollo tecnológico, desarrollo agropecuario, comercio, transporte, vivienda, etc.
La pregunta, entonces, es si el modelo se ha agotado realmente o si, en realidad, ni siquiera se lo ha aplicado como había sido pensado. Seguramente, hilando fino, se podrían hacer varios comentarios respecto de los resultados del modelo —en un contexto internacional favorable— como a sus deficiencias. Si bien éste ha dado lugar en años pasados a estabilidad y ciertos avances medidos en indicadores sociales y económicos, también presenta otros tantos aspectos no resueltos.
Es verdad que la redistribución de los excedentes económicos ha permitido acciones sociales, subsidios, bonos y rentas; no obstante, los agentes decisores habrían dejado de lado la otra cara del modelo en la que dicha redistribución de excedentes, debía también destinarse a la diversificación productiva y al fortalecimiento de los sectores generadores de ingreso y empleo.
Parte del problema actual, por tanto, es que no hemos sabido aprovechar la bonanza económica para cumplir con el impulso a la industrialización y a la diversificación productiva, como estaba planeado, manteniéndonos altamente dependientes de un modelo primario exportador no superado y vulnerable.
Los ciclos en la economía son naturales, así como existen fases de crecimiento y expansión, también hay otras de contracción y recesión; el Gobierno tiene el enorme desafío de conseguir que, ante las condiciones actuales, dicha contracción no sea tan pronunciada. Para ello se debe trabajar de manera urgente en disminuir la incertidumbre y recobrar la confianza de los agentes económicos, con medidas claras e información transparente, de manera que éstos puedan tomar decisiones de inversión y consumo sin temor.
Es también necesario reducir el déficit fiscal, tomar decisiones con las empresas públicas altamente deficitarias, fortalecer los lazos con el sector productivo del país y brindar incentivos, confianza y condiciones favorables al sector privado.
El modelo económico no debe ser una camisa de fuerza, pues es nada más que eso, un modelo. Si algunos elementos del mismo no son aplicables en el contexto actual nacional e internacional, entonces debería ser posible reencausarlo, ajustarlo o repensarlo para que cumpla con el fin que fue creado, el “beneficio de la población boliviana”.
La autora es economista
Columnas de FÁTIMA ZAMBRANA ALMARAZ