Devenir político: “otro” y “nuevo” pluralismo
En el país a lo largo de la última década se han operado transformaciones que lograron asentarse como factores y/o determinantes del proceso político; algunos, directamente vinculados a la puesta en marcha del texto constitucional: la reorganización del Estado y, otros, como irrupción evanescente del devenir político. Existen nuevos factores y/o condiciones que en los hechos replantean y ponen en vilo el ejercicio lineal de la hegemonía política.
Un factor nuevo para el lenguaje político es la presencia de un “otro” pluralismo que, asimismo, se complementa con la instalación de renovadas expectativas e imaginarios: un “nuevo” pluralismo que emerge como resultado de los efectos de la gestión hegemónica. Para dar cuenta de esta realidad es importante marcar la diferencia entre el “otro” y el “nuevo” pluralismo.
La noción de “otro” expresa la presencia de dinámicas político-institucionales que están más allá de la idea convencional de pluralismo partidario u electivo que en general define al performance del sistema político. En todo caso, habla de la incidencia de un “segundo circuito” en el campo político (Arditi); esto es, en nuestro caso, de estructuras comunitarias, asociativas y/o corporativas que subvierten y/o puentean a las estructuras partidarias e institucionales en la intermediación e intercambio político.
Estas estructuras y sus formatos fueron consideradas bajo la anterior nomenclatura como “no propias” de lo político; es más, como factores que debieran superarse o bien domesticar y civilizarse. Empero, sin ellas no sería posible una caracterización satisfactoria de las dinámicas de juego e intercambio que acontecieron y suceden en el campo político y, por ende, en el desempeño de las relaciones gobierno/oposición, Estado/sociedad civil, etc. Sin este “otro” pluralismo no habría una lectura que explicite el actual devenir político que acontece en el país.
Por otra parte, una tendencia que empieza a visibilizarse es la resignificación de un conjunto de clivajes discursivos que expresan la reconfiguración del viejo pluralismo y la emergencia de un “nuevo pluralismo”. Por “nuevo” no debe entenderse la sustitución, agotamiento y/o abandono de los ejes discursivos sobre los que se movían con mayor vigor las interacciones políticas: "proceso de cambio", “incorporación y democratización social”, “descolonización” etc., sino la introducción suplementaria de nuevas estructuras de significación: “institucionalización democrática”, “ciudadanía”, “Estado de derecho”, “garantías”, etc. En una palabra, ha ido aconteciendo una ampliación y redefinición de los recursos simbólicos del campo político para el ejercicio de las interacciones que pudieran ser capitalizadas por cualquier sujeto con voluntad de articulación e interpelación discursiva.
En suma, estas dinámicas de un “otro” y “nuevo” pluralismo han relajado la gravitación hegemónica ejercida por el gobierno de Evo Morales, para dar lugar a un escenario e imagen de hegemonía incompleta. Paradójicamente, el “otro” y “nuevo” pluralismo son frutos y/o resultados de las transformaciones que se fueron asentado en el campo político a lo largo de la última década y, por ello, van más allá de las dimensiones y formatos convencionales de hacer política de un lado y otro. El gran desafío para adelante para el gobierno/oposición es lograr la articulación del “otro” pluralismo: las estructuras y formatos de acción colectiva de raíz comunitaria, asociativa y corporativa que busca tener parte, con el discurso de un “nuevo” pluralismo de raíz ciudadana y garantista que busca resignificar o reinventar la gestión hegemónica.
El autor es politólogo
Columnas de FERNANDO L. GARCÍA YAPUR