Urge enriquecer la contienda electoral
A medida que se acerca la fecha de las elecciones generales, la agenda informativa nacional se circunscribe cada más alrededor de las campañas proselitistas. Abundan las consabidas acusaciones y contraacusaciones entre candidatos, pero escasean las exposiciones que, más allá de las generalidades, presenten los criterios que orientan las propuestas y planes de acción, las visiones de futuro de quienes aspiran a conducir nuestro país.
Mientras la campaña electoral transcurre, las encuestas de intención de voto también van ocupando un lugar central en la agenda informativa. Y más allá de ligeras variaciones, todas coinciden en mostrar a Evo Morales con cierta ventaja sobre sus principales rivales, aunque no la suficiente para que la contienda quede zanjada en una primera vuelta. Coinciden también al señalar que es muy grande el segmento de indecisos, de cuyas inclinaciones depende el resultado final.
Esos datos, además de contribuir a que la ciudadanía se forme una cabal idea de la configuración que va adquiriendo el escenario electoral, dan a los estrategas de campaña valiosos elementos de juicio para orientar sus acciones y sus mensajes.
Se podría esperar, por eso, que los esfuerzos se concentren en conquistar la adhesión de quienes todavía no han tomado una decisión sobre el destino que darán a su voto. Para lo que harían falta mensajes muy convincentes, claros y bien sustentados. Sin embargo, lo que predomina es el ya desgastado, y con frecuencia repelente, intercambio de adjetivos descalificativos, las consignas vacuas y mucha frivolidad.
Los candidatos dedican también buena parte de su tiempo y recursos a una recargada agenda de visitas y actos con sus militantes y simpatizantes, cuya adhesión, se supone, ya la tienen asegurada. Se diría que más que atraer nuevos seguidores, lo que se proponen es no perder a los que ya tienen.
Con muy raras excepciones, brilla por su ausencia la intención de ingresar a un tratamiento más profundo y responsable de aquellos temas que son de interés cotidiano del común de la gente, y mucho menos de desentrañar los asuntos de los que depende el futuro de nuestro país.
Es posible que ésa sea una percepción precipitada y que pronto los distintos candidatos sean capaces de ofrecer a la ciudadanía mejores respuestas a las múltiples interrogantes sobre el presente y futuro del país, en el marco de una saludable confrontación de ideas y proyectos. Es de esperar que así sea pues de eso depende que al final del proceso se imponga la esperanza o la frustración.
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