¡Se tenía que decir y se dijo!
¿Es malo el dinero? ¿Una droga es mala, per se? ¿Qué de un cuchillo? Nuestra boca ¿es mala? El dinero puede servir para pagar un alimento, pero también para comprar un cuerpo. Hay drogas que el médico prescribe para calmar el dolor, pero también pueden ser mal utilizadas como estimulantes y causar adicción. Con un cuchillo se cocina pero también se mata a un ser humano. Con nuestra boca podemos bendecir a Dios y maldecir a un hermano. Definitivamente, todo es neutro, lo bueno o malo de algo radica en el uso que se le dé.
De igual manera, las redes sociales –Facebook, WhatsApp, Instagram, YouTube, Messenger, etc.– como toda obra humana, pueden resultar buenas o malas. Buenas serán para permitir un mayor relacionamiento, un mayor acceso a la información y el conocimiento, pero resultarán malas si nos alejan de la familia por el excesivo tiempo invertido en ellas,como también si no diferenciamos la información veraz de la información-basura y si éstas pervierten el buen saber.
En muy poco tiempo, las tecnologías de la información y la comunicación han permitido un vertiginoso crecimiento de las redes sociales, virtualmente sin límite de espacio y tiempo, algo imposible de imaginar antes del cada vez más extendido y barato acceso a Internet, vaso comunicante que permite crear relaciones sociales etéreas a través de perfiles, páginas, grupos, plataformas, etc.
Sin embargo, al no existir los filtros naturales que antes disponían los padres en cuanto al uso (smartphones, dispositivos móviles), horario (conectividad 24/7), modulación de contenido (irrestricto acceso) y elección de contactos (cuántas veces falsos) los excesos están peligrosamente, a la orden del día. El acceso a redes de pornografía, trata de blancas, juegos adictivos, etc. terminan contaminando a niños, jóvenes y hasta a personas mayores. Pero, no solo eso…
El indiscriminado uso de las redes en muchos casos incita al odio, en vez de al amor; al racismo, en lugar de a la inclusión; a la intolerancia versus la pacífica convivencia y fomenta las malas vibras con la manipulación por parte de personas tóxicas que actúan en función de sus propios intereses.
¿Le pasó que el “macho Alfa” –o quien pretende serlo en un grupo– impide que se le contradiga, provocando una autocensura? Si ello acontece y las redes están siendo tomadas por el mal, mejor dejarlas y no contaminarse. Como reza Desiderata: “Esquiva a las personas ruidosas y agresivas, pues son un fastidio para el espíritu…” ¡Se tenía que decir y se dijo!
El autor es economista, magíster en Comercio Internacional
Columnas de GARY ANTONIO RODRÍGUEZ