Para espantar el miedo
De un momento a otro cambió la vida en nuestro planeta. Unos países de manera inmediata, otros con retraso y algunos con negligencia, fueron tomando medidas para limitar la circulación y evitar concentración de personas en espacios públicos y privados. Algunos países blindaron de inmediato sus fronteras prohibiendo el ingreso de viajeros provenientes de los países con mayores casos confirmados, otros como el nuestro, esperaron hasta tener los primeros afectados verificados para declarar la alerta y desplegar esfuerzos.
La diplomacia está paralizada, es el titular de un país vecino que describe la forma en la cual se cancelaron reuniones bilaterales, ofrendas florales, y reuniones de organismos internacionales. La diplomacia global está reinventando la forma de relacionarse cambiando los encuentros personales por las teleconferencias. Los mercados bursátiles reflejan su volatilidad e inseguridad, la economía mundial está seriamente afectada y los negocios transnacionales están prácticamente paralizados.
Cada Estado enfrenta esta nueva enfermedad de la forma que cree que es correcta para su población y evitando en lo posible afectar o convertirse en una amenaza para otros. “Entramos en cuarentena” le decía recién el presidente Macron a su pueblo, sin fecha de caducidad, justificó su medida indicando que lo hacen como lo están haciendo la mayor parte de los países. Anuncios como ese hacen que el miedo se apodere de nuestras mentes y una y otra vez nos tienda trampas.
En Bolivia, la presidenta del Estado declaró la emergencia y la adopción de medidas similares a las de otros países, suspendiendo por ejemplo las actividades educativas y espectáculos públicos. Sin pronunciar la palabra, nuestro país también fue declarado en cuarentena. Emergencias de salud como la presente desnudan nuestras falencias, la precariedad de nuestro sistema sanitario, la falta de previsión de las autoridades pasadas, más parecida a la omisión delictiva, se devela también nuestra falta de preparación, y afloran nuestros todavía primitivos instintos. Si en las grandes capitales del planeta sus pueblos tienen miedo, nosotros tenemos terror y nos desesperamos.
Y es justo acá que quiero detenerme, en el miedo, esa sensación natural que se activa en nuestra mente frente a esta enfermedad de la cual solo conocemos lo que se publica en la prensa y en las redes sociales, en la mayoría de los casos en forma distorsionada y magnificada. Comparto el sentimiento de una colega franco-boliviana que, a tiempo de resignarse a la cuarentena determinada por su gobierno, reflexiona planteando que la única manera de espantar el miedo es “pensando en los demás”.
Si cambiamos nuestro esquema de pensamiento y fijamos la atención en el otro, en el que realmente necesita ser protegido, nos desenfocamos de nuestro propio ego y por arte de magia se nos espanta el miedo y nos llega el positivismo y las ganas de ser solidarios con los demás.
La receta viene a ser, cuidémonos primero a nosotros mismos física, mental y anímicamente para estar listos a cuidar a los demás. Cuidemos a nuestras familias, a nuestros amigos, a nuestros vecinos, mejorando nuestros gestos de higiene, aceptando cambiar nuestras costumbres, nuestros intercambios sociales, nuestros viajes, adaptando el trabajo en la casa, aceptemos las reglas del Gobierno y dejemos nuestra rebeldía y nuestra quejadera de lado. Hagamos ejercicios de empatía y de solidaridad durante la cuarentena e interioricemos sobre lo positivo que nos puede traer esta epidemia, descubramos ese ser solidario que habita en nosotros.
Hablemos en nuestras casas sobre la enfermedad y las mejores formas de prevenirla y aliviarla, practiquemos hábitos saludables, cuidémonos entre todos, respetemos las reglas, reinventemos nuestra forma de vivir en comunidad. El planeta está en cuarentena, Bolivia también, aprovechemos esta amenaza para ser mejores ciudadanos.
El autor es ciudadano movilizado
Columnas de WILLY WALDO ALVARADO VÁSQUEZ