El mito económico del MAS
En un sistema democrático donde el poder se alcanza mediante el voto popular, los políticos pugnan por ganar las simpatías de los votantes. Una práctica muy exitosa para ese propósito consiste en difundir mitos de aceptación popular.
El nacional-socialismo del siglo XX montó el mito de la superioridad racial aria, y su corolario la invencibilidad del ejército alemán. Las fáciles conquistas iniciales alimentaron el mito ario. La población alemana apoyó masivamente su socialismo siglo XX. La persecución a judíos, gitanos y opositores fue aceptada y hasta aplaudida por el pueblo alemán. Con la posterior absoluta derrota, ese pueblo pagó un precio muy alto por su ingenua aceptación del discurso nazi.
Algo similar ha sucedido en Bolivia desde que el MAS asumió el poder en 2006. El impresionante incremento en los precios internacionales de hidrocarburos y minerales impulsó una inesperada bonanza para la economía boliviana. El Gobierno se atribuyó la autoría de la bonanza económica, y difundió el mito de que la bonanza fue fruto de su innovadora política económica. El MAS ganó amplia popularidad a pesar de su desprecio por los principios democráticos. El tipo de cambio inamovible se convirtió en un esencial corolario de esa “exitosa” política económica. Se podía revaluar la moneda nacional, pero devaluarla nunca.
Mantener el tipo de cambio fijo mientras los precios y salarios internos crecían sostenidamente ha significado revalorizar el peso boliviano en más de un 50% desde 2010, al presente. Esta sobrevaluación del peso boliviano es la principal causa del desequilibrio externo ya que encarece los costos de producir internamente frente a los precios de los productos en los mercados internacionales. No es de extrañar que las importaciones crezcan más rápido que las exportaciones, y surja un creciente desequilibrio externo.
El desequilibrio externo significó una pérdida de 2.800 millones de dólares de reservas internacionales en 2019. Las restricciones impuestas por la pandemia aminoraron la demanda por importaciones, por lo cual las reservas en divisas cayeron en solo 1.715 millones de dólares en 2020. De esta manera, a finales de febrero pasado apenas quedaban 2.268 millones de dólares de reservas en divisas. Esto sugiere que, a este ritmo, hacia finales del presente año se habrán acabado las reservas en divisas, y será preciso recurrir a las reservas oro del Banco Central. Como las reservas oro se sitúan en poco más de 2.000 millones de dólares, hacia el segundo semestre de 2022 se agotarían incluso esas reservas del Banco Central, y una cuantiosa devaluación real sería inevitable. La consiguiente crisis será muy penosa para la población boliviana, y propinará un golpe lapidario al mito populista del MAS.
Ante este escenario altamente desfavorable, la principal prioridad del Gobierno es simplemente postergar la crisis política y social que la inevitable cuantiosa devaluación provocará una vez que se agoten las reservas. La reactivación de la economía y la lucha contra la pandemia son poco atractivas para el Gobierno pues resultarán en mayor demanda por importaciones y por tanto pérdida de valiosas reservas. La población boliviana debe “aguantar” la pandemia y la caída en empleo e ingresos.
La obtención de recursos externos mediante la colocación de bonos soberanos podría ayudar a postergar la crisis, pero no es un recurso que pueda ser utilizado año tras año para resolver el desequilibrio en las cuentas de comercio exterior y el desbalance fiscal.
Al montar el mito de una innovadora política económica, y su corolario del tipo de cambio inamovible, nuestros gobernantes han restringido el crecimiento de la economía nacional y se han puesto la soga al cuello en política económica. El endeble taburete que les sostiene va cayendo en pedazos.
El autor es doctor en economía y matemáticas
Columnas de WALTER GÓMEZ D’ANGELO