“La suprema función del Estado”
No hace mucho hubo una estupenda novedad: dizque el hacer poco o no hacer nada, también cansa. Que se diga eso mismo en otra forma no quita la esencia. Lo evidente es que las chicas y los chicos dizque estaban cansados y necesitaban descansar. El Ministro dijo que este año se adelantó el “descanso pedagógico” por ese motivo, y también porque se quería evitar la propagación del virus en las escuelas.
Pero como la educación es “la sencilla más cosa”, nadie le prestó mayor atención. En los días iniciales de su gestión le preguntaron a Arce Catacora cuáles eran los asuntos a los que dedicará su mayor esfuerzo, y éste respondió: primero, la economía; después, la salud; luego, la política. La educación no figura ni en la agenda de cosas importantes; ni por error incluyó nadie entre los temas de emergencia.
¿Y entonces por qué se sigue pregonando que la educación es la “suprema función del Estado? En un país de bromas, fue una broma. El primer bromista fue el caudillo del Chapare. A plan de bromas nos ha embromado el país durante 14 años. Pero en todas las cartas se sigue diciendo lo mismo, incluso en aquella que salió del cuartel Militar de La Glorieta, en Sucre. Es versátil y acomodaticia, sirve todavía para el discurso populista. Dale hermano; “vamos a salir adelante”.
La pandemia nos ha movido hasta el piso. Y el mayor impacto que ha generado es seguramente en la escolaridad. Ha cerrado escuelas, colegios y universidades. El que se desconozca o se ignore no quiere decir que ha desaparecido el problema; ahí lo tenemos al frente, incólume, el desafío.
El sistema tradicional en lugar de seguir el avance de la tecnología digital se retrae cauteloso. No quiere o no puede dar el salto cualitativo que demanda la innovación. Es que los maestros carecen de preparación para incursionar en ese campo. (no estamos diciendo que son incapaces). Su formación profesional corresponde a otro sistema. Eran tributarios del papel escrito, del libro físico y de la pizarra en el aula. Todo eso, en fin, se ha ido en paquete al pasado.
La nueva escolaridad exige otro diseño curricular, sin planes ni programas rígidos, con módulos o ciclos didácticos flexibles y abiertos. De lo que está ocurriendo hoy se hablaba hace rato como de una quimera fantasiosa: “aula del tamaño de la comunidad”. Ahora, con los aparatos de la tecnología comunicacional, esa comunidad potencialmente existe. En sustancia o en el fondo, la educación es un tema de comunicación. Manejamos ya algunas herramientas electrónicas, pero aún no hemos sistematizado su aplicación en pedagogía.
Como se gobierna se educa, dijo cierta vez Franz Tamayo. Y estamos viendo esa realidad ahora. La reforma signada con el número 070 parece reflejar la mentalidad de quienes gobiernan. En Tarija se inauguró un sistema escolar que ya no existe. Pero el régimen tuvo tiempo, dinero y poder para hacer más, mucho más por la educación. Hoy se aferra a la continuidad de ese sistema obsoleto. Y lo “meten nomás”, a la usanza del estilo que utilizaba antes el gurú de la politiquería.
El autor es ciudadano de la República
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS