Guerra del Chaco, Revolución Nacional y construcción de Santa Cruz
Una consecuencia, buscada, de la Revolución Nacional era lograr el desarrollo del oriente de Bolivia, que tenía como espacio de distribución histórico, geográfico y humano, la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Con ello se lograría un equilibrio territorial imprescindible que, hasta ese momento, se encontraba sobredimensionado en el occidente; con ello se lograría el inicio sistemático de un modo de producción agropecuario que debía alcanzar escala nacional e internacional, la sustitución de importaciones alimenticias y, la posibilidad de crear una esperanza nacional alternativa frente al futuro.
Reitero, por la importancia que el mensaje conlleva, uno de los logros más importantes de la Revolución Nacional, casi 70 años después de 1952, es la existencia de la Santa Cruz boliviana, la del vitral que combina todos los colores y se enriquece con las diferencias.
El 8 de agosto compartí por las redes sociales que la Bolivia que esperaban los pensadores después de la Guerra del Chaco, está en el oriente: es Santa Cruz sin que los miopes la vean y sin que se den cuenta. Asumo la dificultad que significa aceptar una evidencia que, hasta ahora, ha sido planteada como confrontacional: oriente contra occidente, cuando, en realidad, lo que ha estado ocurriendo es un ajuste del desarrollo y la economía de manera natural, y como llamada de atención a quienes gobiernan desde un supuesto centro de perfección autoritaria.
Bolivia ya vive en Santa Cruz y la evidencia es tan básica, como la respuesta que dará el lector de estas palabras a la pregunta si no tiene algún pariente viviendo en Santa Cruz, y si los que vivimos aquí, no venimos de otros lados de la república. Y el reto no está en impedir el desarrollo de quien puede multiplicar las oportunidades, sino en agudizar el ingenio para el que necesita esas oportunidades para desarrollarse en su territorio. Y pienso intensamente en Chuquisaca, Oruro y Potosí.
En esta Santa Cruz se repudia a quienes ahuyentan el turismo incendiando hoteles en el salar de Uyuni... Es la Santa Cruz que deja en ridículo a quien dice que vendrá a convertir la plaza 24 de Septiembre en letrina, sin darse cuenta que por ella pasean hace décadas sus parientes y amigos... Es la Santa Cruz que, con los cuidados de la bioseguridad, realiza su Feria Internacional del Libro... Esa Santa Cruz sigue siendo invisible para los miopes de todos lados. Es la Santa Cruz que debe compartirlo todo lo que haga bien, como las regalías, la descentralización, la elección de alcaldes, prefectos y gobernadores, la autonomía incluyente. Es una Santa Cruz que no tiene vergüenza —porque también se equivoca— cuando tiene que corregir lo que es necesario.
El español Pedro B. Ortiz, un investigador mundial sobre el fenómeno de las metrópolis, ha dicho en estos días que “Santa Cruz es el motor de Bolivia en el mundo y si esta región falla, el país no existe”. Asociando eso al tablero de ajedrez, cree que Santa Cruz, como ombligo de Sudamérica, tiene una reina potente que alrededor del aeropuerto Viru Viru, convertido en hub, puede generar valor añadido a la economía. “Santa Cruz tiene que desarrollar(lo) por estar en una posición estratégica desde el punto de vista territorial a la mitad del camino entre Bogotá y Buenos Aires y entre Sao Paulo y Santiago de Chile. Es el ombligo de Sudamérica. Pero, claro, en el tablero de ajedrez, aunque el rey no genere la estrategia, si lo comen se acabó la partida y eso es el centro histórico que hay que proteger porque da identidad y sentido de equipo y de grupo”.
Tenemos una tarea mental muy complicada. En momentos que pareciera que quieren llevarnos hasta niveles de violencia, venganza y confrontación inhumana, debemos apelar a nuestras reservas de discernimiento y de consciencia para mantener la mano extendida y la visión en el futuro. Y esto no es metáfora. Se trata de decir basta al camorrero, de dejarlo en ridículo, de no caer en la provocación.
Por nuestra historia acumulada tenemos la respuesta para todos nuestros problemas. Un ejemplo sencillo: el café colla producido por manos yungueñas nos unifica cuando lo consumimos, no por ser boliviano, sino porque, además, ¡es uno de los mejores del mundo!
El autor es director de Innovación del Cepad
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA