“Unidos nos tiemblan, nos tienen miedo”
“Es mejor ser temido que ser amado”. Eso planteó Nicolás Maquiavelo en El Príncipe y, explicaba su porqué: Si hubiera que elegir sería mejor ser temido que amado, pues ser amado depende de la voluntad de otros y “los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer”.
El discurso de Arce va por ese peligroso camino; es peligroso porque se advierte de lo que será capaz de hacer “si es necesario” y si la gente no se somete a sus leyes y a su mando político.
Aunque el presidente haya intentado camuflar el discurso emboscándolo con las elecciones de hace un año y sin que haya elecciones en al menos unos cuatro años más, es claro que, el mensaje, precedido del desplazamiento de tanques y tanquetas de guerra, además de tropas “para celebrar el aniversario del Ejército en todo el país” —como si en Santa Cruz no hubiera Octava División, el Regimiento Manchego, el Braun, la Quinta División de Roboré, todas de Ejército— es nomás una amenaza a los movimientos gremiales y populares que comienzan a organizar paros en el país a partir del lunes (si otra cosa no ocurre entre el momento que se escribe este artículo y la anotada fecha). Por si alguien no se ha enterado, cuando en 1826 Simón Bolívar firmó la primera Constitución, en esa carta magna ya se contemplaba al Ejército, aunque se celebra su día por la Batalla de Aroma, el 14 de noviembre de 1810, cuando Bolivia aun no era tal.
Si fuera poco, el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, arengó a las FFAA recordándoles que el presidente Luis Arce tiene “una amplia confianza en las Fuerzas Armadas”, dándoles un mensaje o una especie de señal que implica que, “probablemente las vaya a necesitar”, de otra forma no se entiende el mensaje.
Hace rato sostenemos que Arce busca algo que se ve que es personal. Tras de un año de ser considerado por el grueso de la población como una especie de pieza de ortopedia política (digamos un presidente postizo, que sirve hasta que en el partido que hoy gobierna aparezca alguien que no sea el huido), ha decidido ser “el presidente presente”, el titular del cargo, con el merecimiento de haber ganado las elecciones con el 55% de los votos, y para ello fue preparando una serie de acontecimientos y acciones que lo pongan en la línea reclamada o aconsejada por don Nicolás (Maquiavelo, no el otro).
Veamos: permisividad extrema a las invasiones de tierras en el oriente, cero seguridad jurídica para los propietarios; artificialización de problemas como los de los comercializadores de carne, con absurdos como el inminente cierre de los centros de remate (que quedó en nada), y la revisión de las exportaciones, leyes como la 1386 de Estrategia Nacional de Lucha Contra la Legitimación de Ganancias Ilícitas y Financiamiento al Terrorismo, las de cercenamiento a las autonomías y otras que, de lograr imponerlas, podrá dibujar un panorama totalmente diferente del que se tiene hasta ahora, pudiéndose convertir en un mandatario que, por el permiso de sus leyes, gobierne por decreto, tal como lo hacían los militares en tiempos de dictadura. De manera que es ahí donde se encuentra que Arce se juega casi todo por ser visto como un presidente con todos los merecimientos, dispuesto a construir un socialismo, al que ve como una posibilidad.
Arce sueña copiar aquello hecho por Cuba en los años 60 del siglo pasado. Él cree que se puede aprovechar aún el escaso desarrollo (eso da a entender) económico y tecnológico del país, porque, para él, es más fácil “pasar al socialismo en una sociedad no muy diferenciada”. Digamos que Arce pretende aprovechar que en el país no hay tantas “desigualdades”. El presidente asegura que es más fácil pasar al socialismo desde una sociedad de pobres e iguales como la nuestra con 80% de informales que celebran cada vez que hay un bono; da la impresión de que para él no sería problema arrinconar a los pocos ricos y pudientes y hacer lo que hizo Fidel, que comenzó a mostrar las “bondades” del socialismo, salud, educación (olvidó decir que eso estuvo financiado por la Unión Soviética y que era otro tiempo). En fin, Arce quiere hacer su socialismo y de ahí la insistencia de aprobar la ley de “sustitución de importaciones e industrialización”, sobre la base de la industrialización del país, industrias del Estado, claro, desbancando a la empresa privada que no entra en su ecuación.
Arce quiere ser presidente cuatro años (ya perdió de manera inexorable el primero), no le importa la oposición parlamentaria que es testimonial, desde que en 2020 anularon los dos tercios, pero que le da un dejo de democracia que sirve para la exportación. Al presidente le estorba la calle, la opinión pública, le pueden molestar los gobiernos departamentales a los que no pueda dominar, los gobiernos municipales verdaderamente autonomistas (hay otros que están quebrados y a lo que les va a servir lo que caiga desde el Estado). Al poder le molestan los medios de comunicación, por eso los hostiga como lo hace. Y a la calle, a los gremiales, a los empresarios, a los gobiernos autónomos, es decir, al Estado en su conjunto, les aplica una amenaza simbólica, trasladando tropas (se me antojó China, después de las protestas de 1989, cuando el Gobierno arremetió contra los manifestantes, trasladando soldados de otras regiones para que repriman sin culpa, porque no eran de sus ciudades) para que sientan de lo que es capaz y hasta dónde puede llegar; de eso se trata todo esto.
Ahora y, otra vez, el Gobierno sale a quejarse de que se busca desestabilizarlo porque desde las regiones se trata de evitar que se aprueben leyes que obligan a los gobiernos autónomos a “adecuar” sus POA a directrices de desarrollo centralizadas desde el Ejecutivo. Pareciera que en este país no hay autonomías constitucionales, que, además, son preexistentes al Gobierno que es el obligado a adecuarse a las mismas y no al contrario. Eso sí, se queja, pero sigue, enviando una serie de mensajes con dos destinatarios: a la gente que sabe el daño que puede tocarle al país y, al huido, al que no está dispuesto a seguir obedeciendo. Para esto último, cuenta con Choquehuanca. Listo, no hay tres en la disputa por el poder: son dos. Mientras se define, el que paga las consecuencias es el país y su gente
Arce siente que debe actuar rápido porque se viene la crisis; no sólo no consigue plata fresca (hace meses busca 3.000 millones de dólares y no los consigue), sino que los campos gasíferos no pueden exportar ni siquiera lo comprometido y están a punto de cerrar sus ciclos útiles si no funciona la ingeniería correctiva, que puede durar meses para saber si da resultado lo hecho, sin plata rápida, no importa cuánto dibujen los números ni cuánto miedo pretenda infundir.
No tener miedo, se repite en la calle. ¿Alcanzará?
El autor es periodista
Columnas de CARLOS FEDERICO VALVERDE BRAVO