¡Yo no he dicho!
Creo que ha llegado el momento de poner las cosas dentro de los marcos de propiedad intelectual real, y de los bulos.
Como es de domino público, yo nací en un establo en Belén. Me crié con mis padres, María y José. Además de parientes cercanos y una familia extendida que no la mencionan nunca, aunque eso se entiende puesto que nombrar a todos sería hacer un árbol genealógico del pueblo y no es la intención de los historiadores.
Fui un niño muy querido. Mi padre me enseño su oficio, como era de esperar, y mi madre también me enseñó muchas cosas. Ayudaba en casa y los sábados íbamos a la iglesia.
A mí me gustaba ir a la iglesia pues los rabinos eran muy amables y nos enseñaban a leer, a escribir y hablábamos, casi siempre de temas que tenían que ver con la moral, la filosofía y la teología.
Muchas veces los consejos que daban los sabios eran increíbles y otras no tanto.
Recuerdo que se generó una discusión muy grande cuando yo tenía unos 12 años, unos dicen que era más joven, otros que era mayor, en fin, esta es mi historia.
Yo tenía la edad que digo y me retrasé hablando con unos sabios en el templo. La verdad es que yo estaba encantado de hablar con esos señores y debatir sobre lo que decían. Algunos temas eran de los derechos humanos (entonces estaban los romanos en Palestina y eran la fuerza de ocupación), otros eran sobre qué hacer con el trabajo, había mucha gente que no podía pagar los impuestos y los romanos meta a cobrar y cobrar, también se hablaba de eso. Alguien dijo, “al César lo que es del César” yo pensé que eso era justo, siempre y cuando el César diera lo justo a los ocupados.
Así se pasaron las horas sin que yo me diera cuenta. Mi padre apareció asustado, entró en el templo, me dijo: “Jesús, te hemos estado buscando por todo el pueblo”. Estábamos preocupadísimos.
Bueno después de que me llamaran la atención, un sabio le dijo a mi padre que yo era muy avispado y que si podía ir a estudiar un poco más con ellos. Mi padre le dijo que sería un honor pero que tenía que hablar con María, mi mamá.
Supongo que hablaron, lo que sí sé es que fui más veces a reunirme con los sabios. Recuerdo que les dije que deberíamos seguir trabajando en mejorar las condiciones de vida de los palestinos, de los judíos, de los samaritanos, etc.
Recuerdo una situación donde se habló de castigar a los que no respetaban el Sabbat, día sagrado. Yo dije que habría que ser considerado el motivo por el que no se respetaba. Por ejemplo, ¿si una oveja estaba perdida, acaso no era la obligación del pastor ir a buscarla? Se habló mucho y al final llegamos al acuerdo de que las circunstancias también determinan una actitud u otra. Que la fe y el respeto no están en juego solo por ver o pensar que hay algo más importante y por supuesto, lo sagrado.
Algunos estuvieron de acuerdo conmigo, otros incluso se enfadaron. Así llegó un momento donde les tuve que decir que dejen de ser sepulcros blanqueados, podridos y sucios por dentro y guardando las apariencias.
Esas discusiones tuvieron algunas consecuencias, por supuesto.
Se enfadaron conmigo mucho, mucho, no todos, pero casi todos. La gente no, la gente me seguía y yo les daba ejemplos de vivir bien, de amarse los unos a los otros. De no robar, no mentir, no ser perezoso no abusar ni pegar a nadie mucho menos a las mujeres y a los infantes.
Y ahora veo, con alguna alegría y mucha pena, que muchos están haciendo uso de mis enseñanzas en su beneficio, con una interpretación rara de lo que dije. Tanto que pienso que son errores de traducción.
Yo jamás dije que ellos, los hombres, eran mejores que ellas, las mujeres. Jamás justifiqué la violencia, y mucho menos a nombre de lo que yo enseñé. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
¡Por favor! eso de hacerme ahora decir cosas que yo no dije, es bulo puro fake news, pura mentira. Yo soy el hijo de Hombre y eso me hace ser el hombre de paz y convivencia.
No levanten mi nombre para justificar nada que sea abuso, nada que no sea proteger a la humanidad esos son dichos míos: Amarse unos a otros sin importar raza, sexo, edad u orientación. Yo ayudo por medio de políticas humanas y de convivencia, jamás de enfrentamiento o sacrificios.
El autor es filósofo y sociólogo
Columnas de CARLOS F. TORANZOS