El calvario de Francisco
Nadie se puso a pensar que la vida del Sumo Pontífice de la Iglesia católica se iría a convertir en un interminable calvario. No me refiero tan sólo a los dolores físicos por una salud que se va deteriorando de a poco y que le afecta la locomoción, al punto que necesita una silla de ruedas para moverse de un lado a otro. Me refiero a las dificultades que encuentra a su paso dentro de la Curia Romana y fuera de la Iglesia.
Francisco se ha distinguido por su cercanía a los pobres, a los más necesitados y por ello se le califica de populista, peronista (unos pocos), errado en su aproximación a los indígenas de todos los países, por su abierta oposición a la guerra (Rusia-Ucrania), por su enfrentamiento a los fabricantes de armas que promueven guerras con fines comerciales para aumentar sus ventas, a los ricos que no utilizan su fortuna para el bien social, a la homosexualidad, la eutanasia, la pederastia. Tal vez se explica la existencia de este frente opositor en la permanente crítica a su austeridad (vive no en un palacio, sino en una casa de huéspedes del Vaticano) y a su comparecencia ante los medios, etc., etc.
”Muchos quisieran se convoque al Concilio”, ha bromeado y elegir otro menos molesto, más condescendiente con los tradicionalistas y conservadores. De ahí también se puede explicar la reactualización del viejo rito romano, como la misa en latín y de espaldas a los fieles, que curiosamente también se está actualizando con cierta fuerza en Escandinavia con cierta influencia de los seguidores de Lefebvre, el prelado francés opuesto al papado. Más reciente, después de su documento sobre el Opus Dei, viene una reacción que considera motu proprio como un retroceso para esta prelatura que ha venido ganando terreno en los círculos del Estado Vaticano y haciendo uso de prerrogativas que San Juan Pablo II otorgó al Opus, escrito papal que supone un cierto freno a la continuada expansión del Opus Dei, que por cierto no goza de total simpatía.
El viaje de Francisco a Canadá, su encuentro con los pieles rojas, originarios que fueran víctimas de la discriminación y otros excesos eclesiales en un pasado no tan lejano, nos ha mostrado a un Francisco próximo al originario, abrazado al mismo, besándole la mano y hasta revestido del típico atuendo y participando siempre en su silla de ruedas de las ceremonia ancestrales de las distintas tribus. Estas son las imágenes de un Pastor que sufre y ora.
Columnas de MAURICIO AIRA