Morning after
Al día siguiente todo parece tener otro color, otra mirada y otro sol. El día siguiente se torna en esa especie de mejor fue ayer, o ¿para qué despertarse?
Sin embargo, lo del día siguiente es un poco más que el lamento o la necesidad de recordarnos lo mal que estamos o en realidad lo mal que lo pasamos. La resaca no es un recuerdo de mal gusto: es una reacción natural de nuestro cuerpo ante la deshidratación. Si esto fue acompañado por una noche de placer, la miopía acentuada nos hace casi padres sin querer.
El referéndum en Chile da para mucho lamento, pena y frustración, pero lo más importante es que nos deja un hecho que no se lo quiso ver: la derecha no es inocente, no es ignorante y seguro que no es solidaria. La derecha maneja perfectamente los temas del individualismo con una destreza que asombra. La derecha, amparada en una tendencia global, ratifica su apego incólume a la idea de que el individuo es más grande que la sociedad y que la comunidad, es más grande discutir economías globales que justicia social, es más valioso el crédito porque genera una especie de historial en la banca para más prestamos que la igualdad entre hombres y mujeres. Es más importante deshacer la misma esencia del ser humano que reconocer que somos interdependientes y debemos luchar por un mundo seguro y sin contaminación ni bosques destrozados o lagunas secas.
El referéndum no dice otra cosa que la evidente: la derecha hizo carne en la generación que vivió bajo su brutal represión. El referéndum no hizo más que mostrar que la generación que vivió y creció con las políticas neoliberales ha marcado una especie de “¿para qué cambiar de zapatos cuando éstos son cómodos?”. Viejos, sin más vida que la de nuestra visión. Esa misma mirada es la que está presente en España, con una derecha que sigue lamentando la muerte del tirano, está presente en los Estados Unidos con un Trump capaz de mentir y de robar y decir que es el Estado el enfermo, con una Europa incapaz de darse cuenta que ahora el enemigo realmente es el mismo capitalismo que la obligó a privatizar los servicios sociales y a vender las empresas que eran importantes para mantener la equidad y la justicia en los servicios sociales, la salud y la vivienda y la educación.
Chile se ha despertado para seguir pensando que las universidades públicas son malas, que el dinero compra verdades y mejores coches y no esas tonterías del transporte público.
Cada uno a lo suyo, dice la máxima thatcherista, la sociedad ha muerto y ahora lo festejamos como un triunfo. Las diferencias y la aceptación del otro y otra como iguales son una especie de mantra idealista que sólo se manifiesta en los que no tienen derecho a crédito y son vagos por excelencia.
La píldora del día siguiente, la resaca de una noche de fiesta, las irresponsabilidades de no pensar en el otro, son de verdad las causas de nuestra miopía social y de justicia.
Ahora a pensar cómo nos diferenciamos de los que son más pobres, a pensar que el único derecho humano es el que lo construímos con la injusticia globalizada.
Cuidado, cuidado Chile, que te pusieron en la propaganda al igual que Bolivia, que Perú, que la Argentina y, perdone Dios, como Cuba y Venezuela.
Ahora estamos contentos, por suerte tuvimos la fiesta, por suerte compramos la morning after y por suerte podremos mirarnos en el espejo como valerosos defensores de nuestro crédito y nuestra salud carísima y nuestra educación para los que pueden pagar.
Columnas de CARLOS F. TORANZOS