La actualidad de san Francisco de Asís
El 4 de octubre se celebra la festividad de uno de los más importantes santos de la Iglesia católica, san Francisco de Asís. Según sus biógrafos, nació el 5 de julio de 1182 y murió el 3 de octubre de 1226, a la edad de 44 años.
¿Tiene sentido recordar a alguien que vivió hace tantísimo tiempo, peor aún en épocas en que parece haberse perdido el sentido de lo transcendente? Un repaso por algunos de los aspectos de la vida de san Francisco de Asís puede permitir esbozar algunas respuestas.
San Francisco nació en el seno de una familia acomodada. Su padre fue un mercader, negociante de telas avispado y afortunado. Pertenecía a la clase que, pocos siglos después, conformaría la burguesía, la clase social que llevó, estructuró y consolidó el sistema capitalista vigente hasta hoy.
Sin embargo, como dijo Chesterton, Francisco era acaso quien reunía menos condiciones para ocupar un puesto cerca de un comerciante. Y ahí surgió una primera ruptura con un estilo de vida que podía resultar muy grato y apacible, libre de preocupaciones, para el futuro santo: optó radicalmente por la pobreza, no para victimizarse, sino para vivirla con alegría; no para mantenerla, sino para transcenderla. Se convirtió en un pobre que, lejos de utilizar la violencia para la transformación de la realidad, utilizó el amor y la ternura.
Gran ejemplo. ¿Cuántos que hoy se autoproclaman defensores y líderes de los pobres son capaces de seguir estos pasos?
Por supuesto, el amor y la ternura de que hacía gala eran expresión vívida del nuevo mandamiento de Jesús: Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
Pero el amor no se agotaba en el prójimo, sino que se extendía a la naturaleza, que Francisco entendió profundamente como creación de Dios y, por ello mismo, como algo sagrado, que todos debían respetar. Y dio también ejemplo en ello, amándola hasta en los detalles mínimos. Y amando incluso a la hierba mala y a la muerte, a las cuales se refería como “hermanas”. En el caso de la muerte, la reconciliación de Francisco con ella tuvo dos dimensiones: la aceptación de la mortalidad de la vida y su identificación con la fuente de la vida misma. “La muerte es el verdadero nacimiento del hombre”, diría siglos después un teólogo franciscano. Valga aclarar que san Francisco no rindió nunca culto a la muerte.
Felizmente el accionar de Francisco tiene réplicas en la actualidad. No sólo Fray Buenaventura del que habla Leonardo Boff en su libro San Francisco de Asís. Ternura y vigor, sino frailes franciscanos más cercanos a nosotros como Sergio Castelli, que todos los domingos iba a visitar a enfermos en los hospitales en Potosí. Como Eugenio Natalini, dedicado alma vida y corazón a los Cursillos de Cristiandad y a sus programas de radio y televisión. Como Lorenzo Calzavarini, que realizó una monumental obra en el Centro de Documentación de los Francisanos en Tarija. O como Francisco Dubert (Paco) que, sin ser franciscano pero nacido un 4 de octubre, viajaba todos los fines de semana desde Potosí a Yura, a reunirse con los indígenas yureños y a celebrar con ellos su fe.
La impronta de san Francisco de Asís iluminó también la encíclica Laudato Si (Alabado seas) del papa Francisco, que constituye un llamado de atención para ayudar a la humanidad a comprender la destrucción que el hombre está causando al medio ambiente y a sus semejantes.
San Francisco de Asís sigue presente entre nosotros y su mensaje no ha perdido, en modo alguno, actualidad.
Columnas de CARLOS DERPIC S.