Examante a la antigua
Para el Día de Compadres no recibí ni un picarón email de algún viejo verde atizando antiguas brasas con la foto de alguna moza cachañeando la inexorable marcha de los años. Eran cuatro lustros pasados desde que celebré el Día de Compadres en compañía de media docena de amigotes. Ahora serían más truenos y refucilos que aguacero precedido de granizada.
Busqué inspiración en curiosos contrastes del “Carnaval más largo del Mundo”. Mi sardonia no surtiría efecto en sugerentes flashes del Monte de Venus de bailarinas, maldita sea. Al final, me conformé con festejar el jueves siguiente, Día de las Comadres, aunque no me hayan honrado con ningún pariente ficticio de pollera. Digo ficticio, porque quizá así llamó a la costumbre valluna un gringuito ebrio que hacía “observación participante” del Carnaval en Cuchupunata. En mi caso, las eventuales comadres ni se acordarían del viejito luego del segundo “seco” de cerveza o “tutumazo” de garapiña.
Los titulares eran deprimentes. Que las inundaciones castigaban a 10 mil familias en 25 municipios. Ni hostigando mellaron 200 mil firmantes reclamando al Gobierno reformas jurídicas. Atacar a los curas tampoco distrajo la atención sobre un “valiente” llorón que renunció y luego los acusó de “golpistas”. Aparentes logros económicos y corruptos jueces, llevaron a podrirse por años en la cárcel a una expresidenta, coronando la hazaña ilegal con el apresamiento del gobernador del motor del progreso nacional: Santa Cruz. ¿Quién entiende que un ente estatal reporte de un superávit de más de 600 mil dólares estadounidenses no pueda encarar un Censo Nacional en los plazos establecidos por las leyes? Empezó a cernirse la sombra de la corrupción estatal: ya se habla de millonarias coimas en elevados niveles de autoridades gobiernistas.
¿Acaso preocuparon los blindados chileno-británicos en Antofagasta en 1879? Poco importa que aumenten los casos de gripe aviar, si pesan los mil niños (ya hay tres bebés muertos), afectados por el dengue. ¿Preocupa la arroba de papa en Bs 110 en medio de una supuesta bonanza económica? Seguro que corcovearán los 4 pesos del tren urbano quienes aprovecharon dos meses gratuitos.
Así me acusen de cambiar carril en esta autopista de la vida, me refugio en otras perspectivas que me tienen igual o peor de entristecido. Pocos amigos saben que cumplí requisitos preuniversitarios escogiendo portugués en vez de alemán o francés, en lo referente a idiomas que acompañasen mi licenciatura. Pese a mi apellido, que sugiere origen del otro lado del río que separa España de Portugal en esa parte del mundo ibérico, y que sabía tanto de gallego como de la lengua portuguesa. Hoy ni siquiera recuerdo el nombre del profesor, anglo quizá, que me introdujo a Camoes, Machado de Assis y otros cuyo apelativos desconozco. Ojalá hubiesen sido Jorge, Gilberto o Euclides, en vez de forjar otro idiota latinoamericano.
Bastó un viaje inicial a Sao Paulo para enamorarme de Gal, Elis, Beth, Caetano, Tom y Chico. Del último, admiraba su habilidad poética para tejer roles en sus composiciones. Luego vendría una camotera de Cartola, que no había sido sólo criolla la música popular de moda en su país.
En ulterior viaje a la megalópolis paulista, conocí a la “tojpa” de mi cuñado, neurocirujano él. Íbamos al “boteco” (equivalente al “boliche” nuestro), donde saboreábamos delicias japonesas que el nipón compraba de madrugada los viernes en el puerto de Santos. Bebían cerveza los más, pero su exquisita hospitalidad reservaba para mí rondas de escocés Johnny Walker, etiqueta negra por favor.
Destacaba un abogado “graduado de la mejor facultad brasileña”. Yo, que sólo conocía del soñador Roberto Carlos en su español impecable, aprendí de vivir en un apartamento rodeado de obras de arte y una bella colección musical. No supe en qué momento, atiborrado de canapés de su esposa y cachaza del amigo leguleyo que estaba, grabó para mí una selección de ocho cedés, donde me enteré del encono entre Ary Barroso y Noel Rosa; conocí de Paolo Vanzolini, policía patrullero y su notable “Ronda”; supe de Francisco Buarque y su hija cantora Cristina. Y degusté de la música popular brasileña (MPB), que no había sido sólo la canasta de frutas que mostraba Carmen Miranda.
Aún recuerdo al gamín de alguna favela de Rio de Janeiro, que le haló el collar áureo a mi esposa, cuando todos de blanco marchábamos a la playa de Copacabana a rendir pleitesía a Iemanjá, un primero de enero.
¡Qué más da, sino pensar en viejitas resistiendo dejar sus cuartos a los misiles rusos! Resentido, volví a las Comadres; brindé una imaginaria tutuma postrer a ellas, y les compadecí de la paliza que aguantarían de sus maridos. Ya lo escribí, pero a guisa de despedida, transcribo un párrafo de mi visión de futuro. “Sostengo que las prioridades actuales del mundo están sesgadas. Sin haber encarado las desigualdades sociales que existen entre ellos, mal pueden asumir cambios en los países menos favorecidos. Otra guerra europea ocupa la preeminencia; la educación y la salud están retrasadas; Los europeos ni quieren saber de comer bichos, como los pobres del planeta. Preferimos seguir con la desigualdad de miserables ignorantes y afluentes nuevos ricos, hasta que el mundo aguante.”
Columnas de WINSTON ESTREMADOIRO