Amamos a los viejos verdes
Estamos encantados con ellos. Los amamos y no podemos abandonar nuestra dependencia de lo que nos dan. Han tratado de persuadirnos para dejarlos, pero no podemos. La historia empezó hace 15 años con una campañita trucha. Nos dijeron que la “bolivianización”, sería lo mejor para levantar nuestra alicaída autoestima y recuperar la fe en el sistema.
Por supuesto no les creímos, pero fuimos obligados a creerles. Gracias a mis andares periodísticos recuerdo una entrevista con Marcelo Zabalaga, el presidente interino del Banco Central de Bolivia (BCB). Le pregunté si esa bolivianización no afectaría a los exportadores, especialmente porque el tipo de cambio se mantendría fijo. Me respondió que “no era gran cosa sacrificar un pequeño sector en pro de la mayoría”. Por tanto, ni el tipo cambiario, ni la campaña, se detendrían y él iría por delante, cual relacionista público, enarbolando la campaña para dejar de lado a los viejos verdes.
El ideólogo creativo de la campaña fue el exmandatario, junto con el exministro de Economía, ahora presidente de Plurilandia.
Paradojas del destino. Hoy el sistema financiero ama a los exportadores y les pide que “por favorcito” ingresen dólares al país. Es más, los amenaza con regulaciones sino traen esos billetes para rellenar los huequitos de las malogradas reservas internacionales netas, sufridas por solventar al nuevo sistema económico comunitario, andino, y social, que no funciona.
Inclusive el propio BCB, cuando mostraba públicamente sus estados financieros, lo hacía en verdes. Porque como dijo el expresidente “¿se imaginan poner tantos ceros detrás de una cifra? No entraría en el estado de resultados”.
Respuesta inmadura, por decir poco, aunque no tanta como la que dijo el exministro de Economía, en una reunión con empresarios de Cochabamba: “hay que reconocer que el boliviano es contrabandista e informal por naturaleza y no podemos hacer nada para cambiar eso”. Lo dijo a sabiendas de que el tipo de cambio fijo, inamovible ha provocado una marea de productos importados, una cuasianiquilación del sector exportador y una futura “calcutización” de las ciudades.
Se nota que la campañita de maquillaje a la economía boliviana no aguantó dos lluvias. Fue un gasto inútil.
Sería más útil admitir la derrota de la “bolivianización”. Nadie fuera de fronteras quiere bolivianos. Dentro del país tampoco. Queremos a los viejos verdes. A los Benjamines Franklin, a los Ulysses S. Grant, a los Andrew Jackson, Alexander Hamilton y Abraham Lincoln. No han fallado hace décadas y su valor se mantiene.
La autora es periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER