Resolver problemas y crear oportunidades
Si tuviésemos la posibilidad de dictar las medidas que creemos más convenientes para el país, sin duda dictaríamos estas:
Reduciríamos el gasto público inmediatamente. Eso implica: reducir el gasto corriente, suspender las inversiones en las empresas públicas e iniciar su venta, transferencia o simple clausura; reducir el número de entidades, dependencias y empleados públicos; prohibir toda forma de crédito fiscal. Eliminaríamos los subsidios a los combustibles y a los alimentos.
Facilitaríamos la inversión privada en todos los campos y le daríamos seguridad jurídica a largo plazo. Eso supone modificar la Constitución y derogar o modificar varias leyes. Fomentaríamos el desarrollo de empresas privadas. Reduciríamos los requerimientos para abrir y cerrar una empresa; eliminaríamos la mayoría de las regulaciones.
Renegociaríamos las deudas externa e interna. Recompraríamos nuestra propia deuda. Pondríamos severas limitaciones a la contratación de nuevas deudas, internas o externas, por cualquier nivel de gobierno.
Liberaríamos a las exportaciones de las trabas actuales que impiden su desarrollo. Bajaríamos los aranceles a cero.
Nos aseguraríamos de que los derechos de propiedad sean plenos y completos en todas las ramas de actividad, pero especialmente en la minería, los hidrocarburos, la agropecuaria, la actividad forestal, el transporte y el comercio de mediana y pequeña escala, especialmente el informal; los terrenos urbanos y la vivienda.
Eliminaríamos el boliviano como moneda de uso corriente y lo reemplazaríamos por el dólar estadounidense. Eso eliminaría la política monetaria y la posibilidad de usar la devaluación, pero cancelaría de inmediato la tentación de imprimir más bolivianos para seguir financiando el gasto del gobierno.
Derogaríamos la legislación laboral ultraproteccionista actual, que impide la inversión y evita la generación de empleos e ingresos. La reemplazaríamos por una legislación donde la libertad de contratar y despedir sea muy marcada y donde desaparezca la noción de salario mínimo vital.
Reduciríamos el gran número de impuestos actuales y bajaríamos las alícuotas, pero ampliaríamos el universo de contribuyentes.
Liberaríamos a la banca y entidades financieras de metas artificiales y dejaríamos que coloquen sus créditos de acuerdo a la demanda de sus clientes. Reforzaríamos los controles que aseguran la permanente capacidad de devolver el dinero a los ahorristas.
Aseguraríamos el derecho de los ahorristas a disponer en cualquier momento del dinero que ahorraron para su jubilación. Permitiríamos que entidades privadas puedan hacerse cargo nuevamente del manejo de los fondos de pensiones, pero bajo condiciones más ventajosas para los ahorristas.
Reformaríamos la educación inicial, primaria y secundaria, que se manejarán mediante un sistema de vouchers (en español vales, comprobantes, N. del E.) que permitan a los padres de familia elegir el establecimiento donde educarán a sus hijos. Fomentaríamos el surgimiento de educaciones alternativas, que no exijan el paso obligatorio por las aulas.
Reemplazaríamos la autonomía universitaria actual por un nuevo contrato, por el que la sociedad financie a las universidades, para que éstas entreguen a cambio los profesionales que necesita el país para dinamizar su economía. Adiós al cogobierno docente-estudiantil.
Transferiríamos los hospitales y centros de salud a las gobernaciones y gobiernos municipales. El gobierno central fijará las normas de funcionamiento, los estándares, la organización, el escalafón, los procedimientos, etc., pero serán los gobiernos los que paguen por la infraestructura, los equipos y el personal.
Al garantizar los derechos de propiedad plenos sobre los factores de producción, garantizaríamos también que el que contamina, pague por la contaminación que causa. Estableceríamos derechos de propiedad en campos donde se los precisa urgentemente: riberas y lechos de ríos y lagos; sitios de gran biodiversidad, especies carismáticas. Introduciríamos el pago por servicios ambientales, los impuestos ambientales y la contabilidad ambiental.
Ingresaríamos a los mercados de carbono: al absorber carbono, protegeremos nuestros bosques y generaremos ingresos considerables para las poblaciones rurales. Usaríamos los esquemas de intercambio de deuda por naturaleza.
En fin, tenemos una nueva economía a construir y un mundo que ganar. Pero lo que logremos dependerá directamente de las decisiones que tomemos en las próximas elecciones generales.
El autor integra la Plataforma Una Nueva Oportunidad (U.N.O.). Los Tiempos y la plataforma U.N.O. promueven el debate, pero no comparten necesariamente los puntos de vista del autor.
Columnas de GONZALO FLORES CÉSPEDES