Sequía, asunto de mujeres
en este maltratado planeta, la contaminación se produce fundamentalmente en los países enriquecidos del norte, mientras que los daños ambientales los sufren con mayor crudeza los territorios expoliados del sur y, entre sus habitantes, las mujeres son quienes, en su día a día de cuidados, les hacen frente como pueden. Es el caso de la sequía que hoy tiene en vilo a grandes las zonas de occidente y oriente de Bolivia.
En el plano mundial, en diversos foros internacionales y desde organismos dedicados a denunciar los efectos de la contaminación se ha dicho que los países industrializados, en su mayoría ubicados al norte, tienen una deuda ambiental con los países del sur que poco han contribuido a que el planeta esté hoy en un proceso de colapso climático, con aires irrespirables, mares llenos de plástico y un calentamiento global que ya muestra efectos en el clima: veranos infernales, tormentas nunca vistas, sequías extremas.
En Bolivia la sequía preocupa, y mucho. En Potosí se inicia un racionamiento de agua en la ciudad, mientras que el campo está seco; lo mismo que en gran parte del Altiplano donde se ve con inquietud la disminución del nivel del gran lago Titicaca; en los valles hay también temor y en el oriente cinco municipios de Santa Cruz se han declarado en alerta por falta de agua. La gente de La Paz teme volver a sufrir los extremos racionamientos que soportó entre noviembre de 2016 y febrero de 2017.
El presidente Luis Arce ha convocado a gobernadores y alcaldes a una reunión del Consejo de Autonomías para tratar sobre el agua, como tema central. Se ha hablado de inversiones extraordinarias para presas y otra infraestructura. El ministro de Medio Ambiente, Rubén Méndez, dijo que en 2023 se invertirán 1.600 millones de bolivianos en sistemas de agua potable y tratamientos de aguas residuales. Ya se han escuchado voces de que esos dineros no alcanzan para tanta necesidad. Y no llueve.
En el día a día, en las viviendas de ciudades y zonas rurales el agua es indispensable; pero, eso ya se sabe. Lo que a veces no se ve es quiénes, en sus labores diarias, necesitan fundamentalmente del agua y son las mujeres por su rol social del cuidado. Esto es: la limpieza, el lavado de ropa y enseres, el preparado de alimentos, el cuidado de personas sean muy mayores, enfermas o infantes, además del cuidado de animales y plantas.
Si bien el agua es indispensable en gran parte del proceso productivo de industrias y empresas, en la base social de la vida y de manera no reconocida están las mujeres velando por la vida de los suyos y de la sociedad. El asunto está que cuando las autoridades adoptan medidas suelen pensar en el nivel macro del problema, que evidentemente es necesario, y no siempre lo hacen en el nivel micro, donde las mujeres son las que principalmente se las deben ingeniar.
Tomando en cuenta que el sistema capitalista se construye desde una visión masculina, profundizada desde la modernidad, donde los varones son los proveedores, los propietarios, los empresarios, los productores y los administradores del Estado, de la política y sus instituciones, desde distintas tendencias del feminismo (ecofeminismo, feminismo campesino, decolonial y otras) se ve que una respuesta ante esta crisis ambiental parte de reconocer el daño que hace el sistema patriarcal no sólo a las mujeres, sino al planeta y a la vida.
La crisis climática que se anuncia desde muchos organismos serios, como la ONU, no es algo puntual o cíclico, como los efectos del fenómeno del Niño o de la Niña, es algo que hace temer un colapso en las próximas décadas. Las respuestas frente a ello deben ser globales, pero también locales y llegar a cada persona.
Las posibles soluciones, de estar a tiempo de ello, para hacer frente a esta crisis tendrían que buscarse en todos los niveles y debe participar toda la sociedad, dejando de lado conveniencias políticas y tomando en cuenta a quienes son el soporte cotidiano de la vida.
Columnas de DRINA ERGUETA