Outsiders
Impactados por el discurso agresivo, ruidoso y con olor a pólvora de Trump, no son pocos los bolivianos que afirman que un outsider sería la mejor opción para enfrentar al MAS en las elecciones de 2025.
No sólo me refiero a mis amigos del sauna que, bajo efectos del eucalipto y el excesivo calor, postulan ideas similares a las de los señores alemanes de History Channel, sino también a ciudadanos que incluso llegaron a votar a favor del partido de gobierno en sus primeras gestiones.
Con gran convicción, manifiestan que la solución para el caos que se vive en el país sería la aparición de un hombre valiente —“con los huevos bien puestos”, especifica uno de ellos, mientras se refresca el cuerpo con una manguera— que exprese sus pensamientos sin filtro ni temor. Un triunfador proveniente de un escenario ajeno al político: la empresa privada, la farándula, o incluso —Dios nos libre— el mundo del fútbol. Un visionario capaz de propulsar la economía e instaurar el orden con mano dura contra los revoltosos como Evo Morales, que en su afán por retomar el poder es capaz de incendiar la nación entera.
Ese razonamiento, tan elemental como peligroso, catapultó a la presidencia de EEUU a Donald Trump, un varón blanco, rubio, de 1,91 metros de estatura, 98 kilos de peso y ojos azules, según su ficha policial de la cárcel de Fulton, donde el pasado agosto fue registrado como preso P01135809 y salió en libertad tras pagar una fianza de 200.000 dólares. En 2016, sin ninguna consideración ética o estética, se embarcó en una campaña violenta y grosera donde negó el cambio climático, defendió la venta libre de armas, menospreció a las mujeres, insultó a indocumentados y minorías étnicas y se mostró como un testarudo proteccionista.
Contra todo pronóstico, convenció a una importante población que nunca antes había ido a votar: hombres blancos, sin título universitario y con bajos ingresos, habitantes de áreas rurales, con ideología supremacista y pertenecientes a grupos religiosos. Individuos que defienden las armas como una tradición familiar y patriótica y desconfían del extranjero en el terreno económico, político y cultural. Curiosamente, el despótico empresario conquistó también a algunos caricaturescos personajes de esta ciudad remota, que paseaban campantes por las polvorientas calles de Cocha-York con poleras estampadas con el águila calva y gorras con el eslogan “Make America Great Again”.
El hastío y la desilusión contra el sistema condujo también a muchos argentinos a votar por Javier Milei, un personaje extravagante que hace poco ganó las elecciones presidenciales primarias. Con melena despeinada, largas patillas y ceño fruncido, confiesa, sin reparos, que se comunica con su mascota fallecida a través de una médium. Asesorado por conocidos ultraderechistas y también por su hermana, a quien se refiere como “El jefe” y ya se apresuró a nombrar primera dama, Milei propone dolarizar la economía, privatizar las empresas públicas y “dinamitar” el banco central de su país. También ha lanzado ideas que los medios que lo apoyan califican mañudamente de exóticas, como la de permitir la venta de órganos. Completa el binomio Victoria Villarruel, candidata a la vicepresidencia, una dulce joven de familia militar que pone en duda las atrocidades cometidas por el régimen de Videla y promueve una reforma de justicia que podría conceder la libertad a decenas de condenados por crímenes de lesa humanidad.
¿Será posible descargar el peso de un país en la espalda de un individuo? Un superhombre que caiga del cielo y aterrice en el helipuerto de la Casa Grande del Pueblo, decidido a dinamitar el establishment y establecer un nuevo orden. Buen argumento para otra estúpida película de Marvel. ¿No será más sensato apostar, en su lugar, por un equipo heterogéneo, multidisciplinario e intergeneracional, que construya un proyecto realista para encarar la gestión 2025-2030, que será complicada por la escasez de recursos? Un grupo conducido por un sujeto sereno, que haya construido a fuego lento un diagnóstico certero del país. Un hombre sencillo, sin delirios de grandeza, que regrese a casa en taxi cuando acabe su gestión. Una persona en sus cabales, que cuando recurra a una médium lo haga por pura curiosidad y le solicite comunicarse con Siles o Paz Estenssoro y no con un perro.
¿Será que un hombre así convencería a esa población creciente de fastidiados que promueven, con enorme irresponsabilidad, patear el tablero? ¿Y a los muchachos del sauna? ¿O seré yo un outsider del cuarto a vapor?
Columnas de DENNIS LEMA ANDRADE