La posverdad y la mentira
El prefijo “pos” significa “después de algo”, como en los casos de posguerra, posgrado, posdata, etc., pero en la nueva forma en la que vivimos la palabra “posverdad” es tomada del inglés “post-trunt” en el sentido de “superación de algo”, no “después de algo”, así la palabra posindustrial no desconoce la vigencia de la industria, pero se entiende que esta ha sido “superada” por otro factor, el de ‘la tecnología’. Consecuentemente a propósito del título de este artículo debe preguntarse “qué es lo que está superando a la verdad”.
La posverdad es la verdad de los hechos, pero manipulada para dirigirse a las pasiones del receptor, es la distorsión de una realidad utilizando creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública, no es la simple presentación de una mentira, se la aplica aprovechándose del receptor acrítico al que no le interesa que le desfiguren la realidad porque ya no espera ninguna verdad de quien propala el mensaje, ya no cree en nada, debido a la constante manipulación de la realidad. El Presidente acusa a Evo Morales haber destruido la economía nacional, echo que es verdad, pero silencia que él fue su ministro de Economía con la misma responsabilidad, esta es una manipulación, es una posverdad.
En la posverdad el indiferente juega un papel determinante porque está dispuesto a aceptar el engaño sea sobre datos falsos o reales.
En la posverdad se recurre a las emociones, pasiones y sentimientos del receptor, del ciudadano, no a la reflexión ni al análisis, se apela al odio, al amor, a las aversiones, al morbo del receptor del mensaje a quien hasta le agrada que manipulen la verdad para complacer sus pasiones o emociones. Entre la posverdad y la mentira existe un hilo de separación.
En este sentido la gente ya no cree en las informaciones. En la televisión, especialmente en las redes sociales, existe una inflación de informaciones, cualquiera puede opinar sobre cualquier cosa, la veracidad a perdido sentido. El ciudadano se está acostumbrando a la manipulación de lo que le dicen y empieza a ser indiferente respecto de la realidad, salvo que el subterfugio atente contra su bolsillo, como la falta de diésel o de dólares. De esta manera la ejecución del engaño resulta muy fácil. Se termina creyendo en datos imposibles y negando evidencias irrefutables. La posverdad es un acto de sumisión consciente o una rendición ante el poder, es la indiferencia del ciudadano que lo configura, desde la antigua Grecia, como al idiota, al “idos” griego, que no le interesa el acontecer público sin darse cuenta que así se está atentando contra sus propios intereses.
Se llega al extremo inaudito de habilitar entre parlamentarios oficialistas y opositores a aplazados y a descalificados éticamente para que oficien de magistrados de justicia, prolongando la desvergüenza de los “auto prorrogados”, imponiendo así daño irreparable al ciudadano y al país, acto de lesa patria que es verdadero, no es una mentira, es una “posverdad” porque en el fondo el ciudadano con su indiferencia acepta esta manipulación, y aunque en las indigestas elecciones judiciales se impongan los votos blancos y nulos el daño no será revertido.
Vivimos el tiempo de la posverdad paralela a la mentira.
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA