“El ascensor”, de Yael Frankel
Verónica Linares | Escritora
Conocí a Yael Frankel porque asistimos a un curso maravilloso de escritura creativa virtual con Teresa Andruetto. Y si bien no la vi físicamente, pude leer los textos que ella escribía como parte de los ejercicios que Teresa nos mandaba a escribir. Y desde entonces me cautivó lo que tenía que contar.
Yael Frankel se recibió de diseñadora gráfica y trabajó en ello durante mucho tiempo, luego se fue interesando cada vez más en la ilustración y viajó tomando cursos con ilustradores que ella admiraba. En uno de sus viajes, conoció a su primera editora en Italia y publicó su primer libro. A partir de entonces siguió publicando en Argentina, Chile, Colombia, España, Francia, Corea del Sur y China. En 2017 obtuvo su primer premio por su álbum ilustrado Contame más otorgado por IBBY Argentina, Alija. Luego ha obtenido otros premios y reconocimientos y uno de los más recientes fue The White Ravens en el año 2020, por su libro El ascensor.
Este libro pasará a integrar el catálogo de la International Youth Library por ser una obra “que cautiva a los lectores por su humor y su sentido de las pequeñas e inesperadas sorpresas de la vida cotidiana”.
Yael tiene algunas particularidades: por ejemplo, los temas que toca, que son como fotos de las cosas pequeñas que pasan, de lo cotidiano, de lo ordinario, de lo visible; realidad de la que ella va sacando lo invisible, el detalle de lo hermoso, de lo desapercibido: ella devela lo que hay más allá. Pero también toca temas subversivos y provocativos.
La otra particularidad es su estética a la hora de ilustrar: no hay ilustración que no sea innovadora, sorpresiva y sobre todo minimalista. Yael es una maestra de las formas y los colores básicos que atraen a pequeños y grandes. Ella logra mucho con lo aparentemente más simple, aunque haya mucho trabajo detrás.
Este precioso libro álbum tiene un formato vertical y alargado, nos abre las puertas de un verdadero ascensor. La tapa corresponde a una de las ilustraciones internas y ya nos da una idea al espacio al que entraremos.
Con unas simples flechas, una que sube y otra que baja, Frankel inicia su historia a cuatro colores: blanco, negro, gris y un detalle colorado. Con ilustraciones minimalistas y formas muy básicas, la ilustradora nos lleva a la vida de algunas personas que viven en un edificio y que se encuentran accidentalmente en un ascensor. Cada doble página representa una unidad que está divida: una de las páginas contiene la ilustración principal que representa el interior del ascensor con el piso cuadriculado y los números de los pisos muy visibles; y en la otra página va el texto que es corto y la representación de las personas que esperan en uno de los pisos fuera del ascensor; este espacio tiene unos mosaicos con los mismos colores que los del ascensor, pero tienen diferente forma. En el texto siempre se hace alusión a los pisos que van marcando las personas y éstos tienen el mismo símbolo numérico que tiene la ilustración del ascensor, de forma que el lector puede hacer inmediatamente la relación.
Una niña relata su experiencia cuando lleva a pasear a su perro Roco y entra al ascensor, y aunque ella aprieta el botón “0”, el ascensor se va hacia arriba. De esta forma, el ascensor va parando un poco donde quiere y distintos habitantes del edificio se encuentran en este espacio: Doña Paula del # 7, el señor Miguel, el viejito del #8, y Cora y sus mellizos en coche del #6. En un momento dado el ascensor se queda parado entre dos pisos y los mellizos empiezan a llorar porque tienen hambre. Entonces doña Paula que tiene una torta, la convida a todos. Pero luego los mellizos vuelven a llorar, y el señor Miguel les cuenta un cuento llamado “A mí no me importa”, que se trataba de un oso que en realidad le importaba todo. Gracias a la historia el tiempo pasa volando y cuando el ascensor vuelve a moverse, y para nuevamente en el piso 4, la niña invita a todos a su departamento y todos aceptan felices. Todos han contribuido con algo para calmar la situación y todos se han sentido muy bien. No importa que el ascensor se haya detenido tanto tiempo.
La historia es muy simple y tiene una estructura acumulativa, aumentan los personajes y de la misma forma los diálogos se van repitiendo y aumentando en la medida que otra persona entra al ascensor. Luego, cuando el ascensor para, la estructura más bien se vuelve lineal, comen torta y don Miguel cuenta el cuento del oso que decía “a mí no me importa”. Entonces esta nueva historia también entra en el ascensor que se transforma en bosque, y los ocupantes del ascensor se convierten en los personajes del cuento del oso. Una historia dentro de otra, la de un oso solitario que celebra su cumpleaños, la cual también tiene un final feliz.
La gran sorpresa de este libro es que, en la última guarda, el lector se encuentra con un sobre transparente y en el interior con el cuentito “A mí no me importa” del señor Miguel. Es un pequeño libro de 10 por 10 cm cuyos dibujos y técnica son distintas al cuento original; esta vez, Yael utiliza el rojo, el blanco, el azul y el celeste para colorear algunos elementos.
El trazo es de la línea de los dibujos es determinada pero igualmente simple y limpia. Este es el cuento verdadero del oso que celebra su cumpleaños y que cree que nadie irá y él dice que no le importa… pero al final si va una amiga especial.
Este regalo que la autora hace a sus lectores es un plus, que nadie imagina… entonces, el lector cree que la historia del ascensor es más real, él también se convierte en un personaje de los que estuvo en el ascensor y ahora tiene acceso al cuento escrito por el señor Miguel.
Se trata, pues, de un libro álbum lleno de capas de lecturas que abre un mundo de posibilidades gracias al viaje en el interior de un ascensor.