Evistas y arcistas se acusan mutuamente de intentar dar un golpe al instrumento político, de alejar a las organizaciones sociales fundadoras y poner escollos y dificultades a la administración gubernamental, entre otros, para, de esta manera, justificar la crisis interna que lleva al partido a un divorcio sin retorno. Así lo interpretan analistas, que sostienen que los bandos buscan imponer su “verdad” e identificar al responsable de la ruptura.