Gato andino: Tras las huellas del “felino guardián” en el Parque Tunari
Pocos creían en la supervivencia del gato andino en el Parque Nacional Tunari, pero recientes grabaciones con cámaras sensoras, captadas hace algunas semanas por el biólogo Juan Carlos Huaranca Ariste, dan cuenta de la existencia de este hermoso felino, considerado “el alma y guardián de los Andes”.
La instalación de 20 “cámaras trampa” (así se llaman las filmadoras con sensores) se efectuó desde octubre de 2021 hasta abril de 2023. Y, pese a la pérdida de cinco aparatos que alguien sustrajo, las imágenes de los 15 restantes captan la delicada timidez y desplazamiento de este singular felino de tamaño mediano.
Sus cuerpos, protegidos por un suave pelaje pardo claro, poseen manchas oscuras en la espalda y aros del mismo tono que abrazan sus colas; sus ojos destallan en la noche mientras buscan presas para cazarlas en la oscuridad, y alimentarse.
Saltan, husmean y reaccionan ante cualquier movimiento o sonido —incluyendo los que produce el viento— y suelen mimetizarse muy bien, al punto de desaparecer entre las rocas y el paisaje. Pero ninguna de estas habilidades ni la agudeza de sus sentidos han podido contra la mano humana que los aniquila, atentando contra su hábitat.
Por ello, la imagen impresa en un holograma de este manso y esquivo felino adorna los billetes de 200 bolivianos.
En grave riesgo
Bautizado como Leopardus jacobita (nombre científico), es un mamífero carnívoro mediano de Suramérica. El último registro de este animal se efectuó en la década de los 90 en las alturas locales. Desde entonces, ha sido considerado uno de los mamíferos en riesgo de extinción del planeta, e integra la “lista roja” de felinos que esta por desaparecer de la Cordillera de los Andes (su hábitat natural).
Por esta razón, su avistamiento en Cochabamba, sobre los 4.500 metros de altura, deja un halo de alivio y tareas fundamentales para emprender una cruzada por su supervivencia, explica el biólogo que realizó el hallazgo y registro.
“Los estudios sobre ellos apuntan que hoy quedan vivos unos 4 mil ejemplares, de los cuales alrededor de mil habitan las tierras frías y montañosas de Bolivia”.
“Hallarlos fue muy emocionante y sorpresivo. Necesitamos más estudios para contribuir a su preservación e identificar, con precisión, qué los está desapareciendo”, dice Huaranca, quien explica los peligros que asechan a este hermoso animal de apenas ocho kilos de peso.
“La incursión del humano es una de las principales causas de su desaparición”, afirma, y muestra fotografías de pieles de los gatos halladas en algunas comunidades de las alturas: los pobladores los cazan por su hermoso pelaje que luego emplean en prendas de abrigo, artesanías y rituales religiosos que responden creencias ancestrales como la quillpa o amuletos.
Más amenazas
Debido a la merma intensiva de ejemplares en el subcontinente, Huaranca explica que surge la Alianza Gato Andino (AGA), compuesta por biólogos y cerca de una veintena de instituciones de Perú, Chile, Bolivia y Argentina (las cuatro naciones donde el felino habita) bajo una misión de preservación conjunta del felino.
La Alianza avanza identificando los riesgos que corre el animal en la región, apunta Huaranca, que integra la AGA, y manifiesta que el primero tiene que ver con la pérdida de su hábitat a causa de la desaparición de roquedales en las alturas, ocasionada por las actividades mineras, petroleras o construcción de embalses que inundan o modifican los suelos. Estas actividades se dan sobre todo al norte de la cordillera de Apolobamba y en otras cadenas de montañas de La Paz y en la región sur de Bolivia.
Asimismo, señala que la degradación de pastizales y herbáceas por los incendios, el pastoreo y el avasallamiento de tierras, ocasionan la desaparición de las vizcachas y otros roedores que son el alimento principal del gato andino. Y también está la cacería indiscriminada e ilegal de las tarucas y zorros que también son parte de su dieta.
“La cacería de sus presas repercute en la falta de alimento. Así, los individuos se desplazan mucho y luego son depredados por felinos más grandes como el puma”, dice el biólogo.
Por último, está la transmisión de enfermedades de otros animales como el virus del moquillo o distemper, que se contagian de perros y gatos domésticos, dado el continuo asecho de nuevos asentamientos humanos con sus respectivas mascotas.
Tras las huellas
Nadie creía que aún existieran estos gatos en los Andes cochabambinos, excepto Huaranca, quien sigue los rastros de esta especie desde hace dos décadas. Y, esperanzado por sus sospechas, instaló las cámaras trampa antes de la pandemia de Covid-19.
“El trabajo fue muy arduo”, relata Huaranca, porque no estamos hablando del Parque Tunari en su sector más amigable; sino de las máximas alturas, donde la respiración se corta y el cuerpo se agita al abrir senderos entre las gélidas temperaturas y el inhóspito paraje.
Se congelan las orejas y los labios se secan, es imposible permanecer mucho tiempo sin el equipo adecuado y, para instalar los aparatos tecnológicos, debió desplazarse varios kilómetros por rutas peligrosas, cuenta el especialista.
“El trabajo se efectuó gracias al apoyo del guardaparques José D. Almendras y al Programa Alianza Gato Andino”, afirma. Y como resultado de los registros halló la sorpresiva noticia: la existencia de ejemplares a casi los 5 mil metros de altitud en el Parque Tunari.
“La sensación fue única. En muchas oportunidades, usamos cámaras trampa para registrar distintas especies. Pero el hallazgo del gato andino es especialmente esperanzador porque lo creíamos extinto en este lugar”, afirma Huaranca, quien describe que sus latidos se aceleraron apenas revisaba la pantalla de la cámara que captó al primer ejemplar vivo husmeando entre las rocas.
Nunca antes se había registrado un avistamiento científico en el país, pese a la existencia de relatos y esporádicas fotografías de ciudadanos.
Avistamientos
Los últimos siete años de su trayectoria, Huaranca trabaja con cámaras y drones. Durante este tiempo han sido más de 60 los registros grabados y más de 200 los avistamientos realizados por pobladores en Bolivia.
“Emoción, alegría tan grande; una sensación que te llena el alma el comprobar que hay individuos vivos. Es un alivio saber que aún no hemos perdido la batalla para generar conocimiento que pueda traducirse en acciones para generar mayor poblamiento” alega.
Vistos en Bolivia
Aunque es poco común, esporádicamente aparecen ejemplares vistos por los guardaparques, como hace unos meses en el sur del parque Eduardo Abaroa en los Lípez (Potosí). Hubo otro, atropellado en la carretera al Parque Nacional Cocapata, en la Cumbre de La Paz.
El biólogo
Juan Carlos Huaranca Ariste es biólogo, titulado de la Universidad Mayor de San Simón. Posee un diplomado en conservación práctica de la vida silvestre en la Universidad de Oxford, Inglaterra y es doctor en Ciencias, mención en Conservación y Manejo de Recursos Naturales, por la Universidad de Los Lagos, Chile.
Lleva 20 años en la investigación y conservación de especies amenazadas y la biodiversidad, así como en evaluación y desarrollo de proyectos en biodiversidad.
Trabaja desde hace 17 años en el estudio y conservación del gato andino en Bolivia. Actualmente es coordinador del Programa de mitigación de las amenazas de los perros asilvestrados sobre el gato andino, que se implementa en Argentina y Bolivia.