“Poospizitanchej”
Cavilo que este país estaría un tantito mejor si la noción de “patria” se tradujera en un pájaro, un árbol, un ser vivo de carne y hueso
Al contemplar el entorno natural, es fácil percatarse del equilibrio que se genera entre los habitantes de un ecosistema. Acontece con algunos picaflores, cuyo pico se yergue para libar determinadas flores. Acaece con la “dama de la noche”, cincelada de acuerdo a la variedad de insectos nocturnos que la frecuentan. Más con fascinación y asombro que con rigurosidad científica, se me ocurre que el dulce canto del chiwalo va muy bien con la mansedumbre y ternura del molle.
Sin embargo, hay un ejemplo “exclusivo” de maravillosa simbiosis en Bolivia y, particularmente, en el Parque Tunari de Cochabamba. Se trata de un avecilla que, a pesar de lo ancho y ajeno del planeta, sólo existe en ese territorio. La Poospiza garleppi, es un pájaro estrechamente relacionado con el ambiente montañoso del valle. Siendo un ave que solamente vive en la zona y fruto de esas condiciones naturales que la germinaron a su semejanza y perfecta complementariedad, si el Parque Tunari adquiriera la forma de animalito alado, saldría una poospiza.
Una lástima que, como se destruye el Parque Tunari, y se acaba con sus árboles y arbustos característicos, la poospiza se esté extinguiendo. Una joyita, un avecita única en el mundo, desaparece a consecuencia de una, cada vez más extendida, cultura que suele desdeñar y despreciar todo lo que represente un ser viviente allende la inmediatez de las narices y, ojo, ello incluye a los de nuestra especie.
Empero y para evidenciar que no todos siguen la corriente, en el seno mismo del Parque, la poospiza encontró a sus defensores. Gracias a un proceso de concientización que realizaron esforzados ornitólogos y activistas ambientales, se compartió con localidades del Parque la singularidad de la presencia de la poospiza. El logro es que dos comunidades se “enamoraron” de la belleza del ave.
Por lo menos hace pocos años atrás, en Palcapampa y Ch’aquí Potrero, los habitantes no sólo cuidaban y respetaban al pájaro, sino que, a través de ello, guarecían la delicada tela que liga a los seres vivos con el entorno, constituyéndose en protectores del Parque Tunari. La afición por el ave, pareció devolver a esos pueblos las enseñanzas de sus ancestros quechuas, una cultura que aún enuncia en sus vocablos y cantos una clara devoción por la naturaleza. No por nada la poospiza presume, igualmente, de un nombre quechua que sabe a almíbar en los labios: “puka-q’ellitu”.
Ese raro fenómeno en el meollo de un contexto ecocida, tal vez implicó que en dichas comunidades, al precautelar la flora y la fauna del lugar donde moran, automáticamente se gestara una concepción más sana y verdadera de bien común.
Dando rienda suelta a mi delirios usuales, cavilo que este país estaría un tantito mejor si la noción de “patria” se tradujera en un pájaro, un árbol, un ser vivo de carne y hueso al cual resguardar, en detrimento de las pugnas banales por los colores de un pedazo de tela, el apego a las marchas militares, los coros desafinados de los himnos, los discursos demagógicos, las visiones históricas vacías o el griterío de los estadios. Posiblemente, sean otras las actitudes de un ciudadano que indica que “no la agarramos, no la matamos; la cuidamos” (comunario de Palcapampa), respecto a la saña y dañinería de los cultores de las jaulas, cadenas y cabestros, o de los arboricidas que consideran que es motivo para liquidar a un árbol, el que desprenda hojas y flores.
No obstante, confieso que se me pasa el entusiasmo por esta idea, cuando recuerdo el destino cruel de los cóndores, aves que tienen la desgracia de ser emblema nacional.
*Con datos del artículo “Poospiza. Los guardianes del ave del Tunari” Publicado en el blog: “Ecología, medioambiente Bolivia”. http://blogverdebolivia.blogspot.com/2011/10/poospiza-los-guardianes-del...
La autora es socióloga.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA