¡Ni uno más!
La semana pasada tuvo lugar una importante marcha contra la violencia hacia las mujeres, posiblemente uno de los asuntos más importantes que debe ser entendido, atacado y solucionado por nuestra sociedad. No me sumé por una razón muy peregrina, estaba muy lejos de La Paz, y por otra un poco individualista: cuando uno participa de una marcha al final puede estar marchando por algo que no representa su verdadera perspectiva de las cosas, eso sucede hasta con las causas más nobles.
Sin embargo, creo que desde mi propio espacio vale aportar con un granito de arena en esta lucha que realmente nos incumbe a todos. El machismo es una de las taras sociales más grandes que tiene la humanidad y que en nuestra sociedad está arraigado hasta el tuétano.
Casi no se libra nadie, ni algunas activistas feministas que al aducir que los peores machistas y misóginos tienen en realidad un pene pequeño, terminan haciendo una reverencia al andamiaje del macho alfa, se lee en sus aseveraciones, que los que tienen pene grande son unos buenos tipos.
Pero volviendo a lo central de este asunto, lo irrefutable es que tenemos una sociedad tremendamente permisiva con comportamientos machistas, comportamientos que a veces sólo rayan en lo criminal y otros son genuina y peligrosamente criminales.
Diagnosticado un mal creo que es importante tratar de buscar los detalles concretos que nos llevan a esa situación. Las causales son muchas y están relacionadas a una cultura machista universal y a atavismos animales con los que cargamos los animales humanos. Pero, además de eso, en nuestro país tenemos una institución, pagada por todos los ciudadanos, vale decir también por todas las mujeres, que está ahí para consolidar y darle armas y argumentos al machismo. Me refiero al vil servicio militar obligatorio. ¡Bolivia tiene que acabar con esa lacra Ya! No se trata de mejorarla, porque eso sólo sería un maquillaje, se trata de liberar a los jóvenes bolivianos de la más perniciosa de las influencias para su vida. Tenemos que librarlos de ese compendio machista que es ese mal llamado servicio a la patria.
Éste es posiblemente el momento para organizarse como sociedad civil para abolir el servicio militar obligatorio y para instaurar un servicio civil obligatorio no discriminatorio en función de género. Vale decir también para las jóvenes, que sea de verdadera utilidad para ellos, para el país en general y en especial para quienes que necesitan ayuda de personas y que no pueden pagarla.
El Gobierno, a través del Ministro de la Presidencia, porque el de Defensa está con la lengua atorada, ha declarado que se pretende, incluir en el servicio militar actual una opción de “voluntariado” para atender a los discapacitados. Es una buena señal, pero tiene que ser pulida. Primero no se puede hablar de voluntariado, tiene que ser un servicio obligatorio, y no debe ir en añadido al servicio militar, sino en vez del mismo.
Acabar con el servicio militar obligatorio y sustituirlo por el servicio civil obligatorio implica un verdadero ataque a las matrices machistas de nuestra sociedad, implicaría un enorme avance en la consolidación de los derechos de las personas, sería una medida “despatriarcalizadora”, como diría doña María, descolonizadora, al gusto de los masistas, ahorraría enormes recursos que hoy son malgastados en algo que el país no necesita, y haría que la juventud en vez de correr el riesgo de envilecerse se ennoblezca aprendiendo a ser solidaria con los más débiles, y finalmente solucionaría una parte de las deficiencias en la atención a enfermos, ancianos, discapacitados y en muchas tareas más.
¿Nos atreveremos como sociedad? Yo estoy porque en un futuro próximo, ni uno más de los jóvenes bolivianos sea entrenado en un curso de machismo de alta intensidad. No es la solución definitiva, pero seguro que sería un paso muy importante.
El autor es operador de turismo.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ