Después de la tormenta
Dicen que después de la tormenta viene la calma, pero éste no es momento de estar calmados. Es momento de tomar las lecciones electorales y ponernos serios, porque nos estamos jugando mucho más que unos puestos en los tribunales y mucho más que una presidencia.
Los observadores destacan el espíritu democrático de los bolivianos que asistimos masivamente a las urnas aún en medio del descontento con el desempeño de la justicia. Supongo que el pequeño detalle de que el voto es obligatorio tendrá algo que ver con eso y aún así, la tasa de ausentismo en estas elecciones es, con mucho, superior a la tasa regular de ausentismo electoral en el país.
Lección número uno: ¿elecciones para qué? A pesar del carácter obligatorio del voto, a los ciudadanos no les ha pasado desapercibido el hecho de que las elecciones judiciales anteriores no han logrado “democratizar” la justicia como se sugiere. Encuestas de opinión indican que la percepción generalizada es que la justicia ha empeorado, percepción reforzada por el último fallo del TCP que descalifica la Constitución y que da fe de la falta de independencia del Órgano Judicial. Aún sin este factor, la justicia boliviana sigue adoleciendo de sus enfermedades tradicionales: corrupción, retardación, burocracia, manipulación. Resultado: alto ausentismo electoral y una altísima tasa de votos nulos que portan el mensaje de que nuestra confianza en el voto como nuestra voz indiscutible se está quebrando a un ritmo vertiginoso.
Lección número dos: el voto vacío. Además del desempeño decepcionante de los primeros magistrados elegidos por voto directo, el fallo del TCP con relación al referéndum del 21F nos dice que el voto, ese parangón del derecho ciudadano en democracia, no vale, puede ser desechado y desvirtuado dependiendo de la coyuntura política. Y así, se convierte en un acto vacío: nos obligan a ir a votar, nos obligan a hacer “fiestas democráticas” que le cuestan al Estado enormes sumas de nuestro dinero, pero no nos garantizan que lo que elegimos se vaya a respetar y eso de la soberanía del pueblo sale volando por la ventana junto con el poder del voto.
Lección número tres: recuperar el voto. No soy especialmente afecta a la idea de que hay que votar para todo, pero reivindico a rajatabla el valor del voto ciudadano. El voto es un derecho inalienable pero tiene valor solamente si el voto vale y se respeta. Más importante que perder o ganar es que la opción ganadora siguiendo las reglas del juego debe ser respetada. Así como los derechos humanos no se renuncian ni debilitan porque algunos Gobiernos elijan vulnerarlos, el poder del voto como la voz del ciudadano no se renuncia porque se lo ignore en algunas circunstancias. Esta es la lección importante: después de la tormenta no abandono ni me conformo con un voto vacío. Después de la tormenta viene la batalla para defender mi voz ciudadana, mi voto que cuenta y se respeta.
La autora es socióloga y politóloga.
Columnas de VIVIAN SCHWARZ-BLUM