¿Deber de cumplimiento o “patria o muerte venceremos”?
Existe una clara diferencia entre populistas y no populistas. Me interesa una, que es sustancial. Los primeros, entienden que cualquier estratagema sirve para el discurso de las ilusiones y las falsedades. Luego, optan por el escarnio al oponente porque “no es de los nuestros”, generando violencia y confrontación. Eso sí, el esfuerzo que imprimen es encomiable. Trabajan duro, al punto que alguna vez me he preguntado qué pasaría si ese mismo esfuerzo lo aplicaran produciendo. Pero bueno, la realidad es esa, y como también tienen habilidad para asumir el rol de víctimas, venden el discurso de tener derecho –en recompensa a todo el sacrificio que hacen por luchar contra el oprobioso sistema capitalista, el Imperio y los resabios colonialistas– a gestar nomenclaturas para aprovechar del poder, servirse de él, utilizar los bienes públicos a discreción y disponer de los recursos como se les antoje, eso sí, y lo aclaran, todo por los más necesitados. Y en ese iter, bien pueden construirse fábricas o industrias deficitarias, mal concebidas, peor ubicadas, sobrevaluadas, o también puede disponerse dinero público para obras fantasmas. Al ser así, y ante el despilfarro y la quiebra, se oye al unísono: la culpa es del capitalismo y Estados Unidos.
Me viene a la memoria un video que circuló en redes sociales años atrás, en el que Chávez, rodeado de lambiscones, paseaba por las calles de Caracas señalando con el índice cuál propiedad privada debía ser expropiada y cuál no. Eso son los populistas. Reniegan del pasado y lo ajeno, pero eso sí, son ávidos por el dólar de Benjamín. Tanto daño hacen, que son en definitiva una especie de falsos profetas, a quienes lo único que les importa es mantener a un electorado generalmente con poco acceso a la información y educación, aletargado con discursos y promesas.
Es la nueva clase media no decadente, dicen. En cambio, los segundos entienden el alcance y sentido que importa el cumplimiento del deber. No sólo es ser eficiente cuando debes administrar recursos públicos además de no disponerlos personalmente, también debes ser diligente frente a la ley, el Estado de Derecho y la institucionalidad. Tu deber es fortalecerla, no amainar(la). Y eso quiere decir que no debes torcer la norma para beneficio personal y más bien debes ser ejemplo de su cumplimiento. En definitiva, esa es la única manera decente de ganarte el respeto de la gente. Honra la ley y haz bien tu trabajo.
Termino aquí. El experimento populista tiende a desaparecer. El ciudadano, decadente o no, se ha dado cuenta del alcance que tiene ese movimiento y de cuánto daño puede causar. Su mirada es reduccionista. Privilegio de unos cuantos, sometimiento de la mayoría. El instrumento: la coacción y amenaza a través de leyes impuestas con terrorismo de Estado de por medio y reelección indefinida. Ese experimento, fallido por cómo nació, está por acabar en varios países.
El autor es abogado.
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Columnas de CAYO SALINAS