Un servicial jefe de campaña
No es la primera vez que el cardenal Toribio Ticona Porco, a título personal, expresa públicamente su adhesión al presidente Evo Morales y al proceso de cambio que implementa el MAS en trece años de Gobierno. Lo hizo a pocos días del nombramiento por el papa Francisco, a tiempo de señalar que Morales era su amigo y hasta lo invitó a viajar al Vaticano para recibir la investidura del máximo prelado de la Iglesia católica.
Ese hecho ocasionó una serie de reacciones en contra del Cardenal, quien por mucho tiempo permaneció con perfil bajo, hasta que hace unos días en Tiraque (Cochabamba), en el Congreso Ordinario de la Federación de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa, pidió apoyo para las elecciones generales del 20 de octubre en favor de Evo Morales, además de insistir que de aquí “para adelante tenemos que ir siempre con el presidente Morales”, cual si fuera su jefe de campaña.
Otra vez, las reacciones de la oposición y de la misma ciudadanía no se dejaron esperar, la más significativa es la de monseñor Eugenio Scarpellini, obispo de la diócesis de El Alto, quien aclaró que las declaraciones a título personal del Cardenal no involucran para nada a la Conferencia Episcopal
Boliviana (CEB) y menos a la Iglesia católica, que se reúne periódicamente para evaluar y analizar temas de la coyuntura nacional. “La Iglesia como tal no apoya ni avala partido o candidato especial”, aseguró Scarpellini.
La diferencia entre Iglesia católica y Estado está claramente expresada en la Constitución Política. El artículo 4 señala: “el Estado es independiente de la religión”, de manera que en el país existe libertad de culto, es aconfesional y laica. Sin embargo, la presencia de la religión católica es mayoritaria y tiene una fuerte influencia en el país, con un 78 por ciento de población católica, según el Censo de Instituto Nacional de estadística de 2001, es decir, que un tercio de la población boliviana practica la religión católica.
Ante la presencia de un tercio de católicos en el país, la actitud del presidente Morales siempre fue de menosprecio y de enfrentamiento con las autoridades de la jerarquía eclesiástica, a las que acudía en busca de mediación para solucionar conflictos en su condición de dirigente de los cocaleros.
Ya como presidente prescindió de la Biblia y del crucifijo en el Palacio de Gobierno, ausente del Te Deum en las celebraciones litúrgicas en aniversario departamentales, para imponer ceremonias interreligiosas con amautas y ritos a la q’oa y la Pachamama. Una falta de respeto a las creencias religiosas de los bolivianos que profesan la fe católica.
Pero, no sólo que se afectó lo simbólico, también los enfrentamientos verbales con monseñor Jesús Juárez, arzobispo de la Arquidiócesis de Chuquisaca, a quien le tildó de neoliberal, vendepatria, opositor, cuando el arzobispo expresaba el sentir de la jerarquía pidiendo el respeto de los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016 y en contra de la reelección, en la que sigue persistiendo Morales a título de respetar su derecho humano a ser otra vez candidato por el MAS.
Finalmente, resulta anecdótico que ahora —en campaña electoral— esté presente en una misa oficiada por el cardenal Ticona y en una “actitud de arrepentimiento” vaya a comulgar, después de 13 años de vilipendio del rol de la Iglesia católica en su labor pastoral. Menos mal que los obispos aclaran que la voz oficial de la Iglesia corresponde a la Conferencia Episcopal y que el Cardenal es un miembro más y no es su portavoz.
El autor es periodista y docente universitario
Columnas de CONSTANTINO ROJAS BURGOS