El maestro en las reformas educativas del siglo XX
La misión belga, encabezada por el pedagogo Georges Rouma funda en Sucre, el 6 de junio de 1909, la primera institución formadora de maestros. Al año siguiente se publica Creación de la Pedagogía Nacional, donde su autor, Franz Tamayo, expone una acerba crítica al gobierno liberal. Piensa que el problema educativo debe resolverse aquí, no en otra parte. Si no tenemos científicos, hay que traerlos de fuera, no para que nos enseñen una ciencia sino para crear un método que nos ayude a descubrir los resortes íntimos de la raza. En cuanto a la enseñanza, “el mejor maestro del boliviano –dice Tamayo– tiene que ser el boliviano, hoy es el peor que puede darse, pues a priori podemos decir que no sabe enseñar”.
Se reconoce que el papel del maestro es fundamental. La primera Escuela Nacional de Maestros de Sucre no es sino un primer intento de sistematizar la enseñanza en Bolivia. En función de ello, la opinión de la “primera mentalidad del Ande” es importante; varios atisbos y sugestiones en el campo psicosocial aún se mantienen vigentes.
En 1951 se convoca a elecciones presidenciales y gana el candidato del MNR; la oligarquía minero feudal no acepta el resultado. Esa actitud provoca la rebelión insurreccional del 9 de abril. Los tiranos siempre se van a la fuerza; a palos, por la puerta trasera.
En vista de que la legislación escolar era dispersa y caótica, Paz Estenssoro decide que una comisión elabore el proyecto del Código de la Educación Boliviana. “Cada cambio en las relaciones de poder entre las clases sociales plantea la necesidad de una nueva educación”, afirma el Mandatario. Se busca extender el beneficio a las mayorías y tiene una “orientación predominantemente técnica”. Se renueva la percepción de la responsabilidad asignada al maestro: “Podemos y daremos todo el apoyo material y técnico para la ejecución de la reforma, pero si fracasa el factor humano de la Reforma, el maestro, habrá fracasado Bolivia”, dice en su discurso el ministro de Educación. El Código es el marco normativo que regirá la Reforma. Tuvo avances importantes, pero la formación profesional y la capacitación de los maestros en ejercicio es un problema que se quedó en la agenda de los temas pendientes.
La de 1994 plantea una reforma total, profunda y radical; quiere combatir los defectos en las raíces y no en los síntomas. Se promueve curiosidad y expectación en el país, aunque el diagnóstico situacional es preocupante: “El desastre escolar ha llegado a tal punto, que con toda verdad se puede hablar de catástrofe nacional en educación”, dice el director nacional de Fe y Alegría. Cerca de 70 mil maestros hay en el país, ¿cómo capacitarlos? Ha sido y sigue siendo el mayor desafío sin respuesta. “Sin los maestros, la reforma no irá adelante. Con los maestros tal como son ahora, tampoco” (G. Codina). Bolivia nunca ha dejado de ser un campo de Agramante; es decir, de lucha. De pronto, el ambiente político se torna complicado. No llega a evaluarse los resultados como se esperaba. En 2003 se da por concluida, sin entender un ápice de lo que significa.
Conclusión: Si vale o no vale una reforma hay que evidenciar en los aprendizajes de los alumnos; en la calidad superior de hoy comparada con la que se observó al comenzar. Si una reforma no llega a las aulas, de modo coherente y sistemático, no llega a ninguna parte. Es un tiro al aire.
El autor es ex subsecretario de educación
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