Feminicidio: crimen de poder y dominación patriarcal
En definición, el feminicidio es la muerte violenta de una mujer, causada por uno o más hombres en un contexto de relaciones desiguales de poder, quienes ejercen derechos de posesión sobre el cuerpo, la libertad y la vida de la víctima. Es un asesinato en razón de género, agravado por actos de crueldad: torturas, mutilaciones, quemaduras y/o violencia sexual, características por las que ha sido tipificado como un crimen misógino.
La violación sexual no es detalle menor si consideramos que la mayoría de los feminicidios, están precedidos de esa deshumanizante forma de poder y dominación, causante de dolor físico, psicológico y emocional en la víctima.
Es tan horroroso ese crimen, que es imposible no preguntarse qué puede pasar por la mente del hombre que lo comete. Si fuera por demencia o deseo sexual compulsivo, los casos fueran aislados y escasos, pero es mucho peor que eso, como bien expresa el enorme rapero español Arkano en su canción “Eva”. “Los medios suavizan el dolor causado, llamando loco al cabrón que ha violado. A todos los canales: No son enfermos mentales, son hijos sanos del patriarcado”.
Y es que el menosprecio al valor humano de la mujer se ha naturalizado. Es un fenómeno atávico sustentado por ideas y prácticas replicadas en los hogares y en todo espacio social donde se sostiene que el “sexo débil” necesita la protección física y económica del hombre, porque al asignarle aquel rol protector, éste adquiere el poder de subordinar a su protegida y, el ejercicio de esa prerrogativa viene casado al deber de someterla y disciplinarla si se resiste a su dominio. Si no la somete, cae sobre él la burla en su entorno.
Es obvio que el deber de incorporar la violencia de género como un ejercicio natural de la masculinidad, pone en situación complicada al hombre de carácter pacífico y hasta puede causarle sufrimiento, porque está claro que éste no es violento en sí mismo, ni nace con instinto feminicida. Es el orden patriarcal que le degenera sistemáticamente.
La escalada de feminicidios es alarmante, afecta al ciudadano común, le atemoriza, pero al parecer los legisladores sienten haber cumplido con las leyes aprobadas aunque sepan que la vía punitiva no funciona; peor aún si la inobservancia de la norma parte de las propias autoridades de gobierno y de los representantes de organizaciones sociales afines al oficialismo, que repiten el discurso demagógico de respeto por la mujer mientras la manosean, la ofrecen como premio, piden que baile sin calza en eventos públicos, e incluso propician la impunidad de crímenes de violencia machista ejercida por sus correligionarios políticos.
Urge despatriarcalizar la sociedad, desmontar la masculinidad hegemónica y humanizar el sistema educativo. Urge liberar al hombre de la obligación de poseer, demostrar e imponer su potencia física, económica y sexual sobre lo femenino, y liberar a la mujer del complejo de subordinación y dependencia, tan funcional al patriarcado.
Estamos en estado de emergencia. En lo que va de este año, el registro de la Felcv bordea los 20 mil casos de violencia contra la mujer, de los cuales 73 son feminicidios.
Ya no más medidas cosméticas. Abordemos con seriedad el origen de esta problemática incrustada en la raigambre social. Sólo el nuevo enfoque de una educación disruptiva podrá trastocar el orden patriarcal y liberar gradual y progresivamente de la violencia machista, a las futuras generaciones.
La autora es politóloga y docente universitaria
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